Juchitán, donde el silencio reina

El trabajo de parto para tres mujeres de la comunidad de Juchitán, en México, se convirtió en una seguidilla de padecimientos y desatenciones. Las mujeres recibieron a sus hijos en condiciones médicas cuestionables.

Una imagen típica de Juchitán es el mercado lleno de mujeres. Foto: Flickr / Janice Waltzer

Juchitán de Zaragoza.-“Totopo güera”, “llevas atún”, “tamales de elote chula”, son las frases cotidianas que se escuchan en el mercado. Todas dichas de mujeres para mujeres.

Las enaguas son parte de la imagen de la mujer juchiteca. En general lo son de todas las mujeres itsmeñas, tal como lo es la figura de un matriarcado con eco a nivel mundial.

Sin embargo, muy lejos de esto está la realidad que viven tres mujeres que asistieron al Hospital General Macedonio Benítez con la intención recibir a un miembro de su familia en condiciones saludables y sin contratiempos.

La ilustración de otra realidad

En el interior del nosocomio, a un costado de la ventanilla de atención de la farmacia y de la puerta que conduce al área administrativa, donde se encuentra la dirección, existe un muro que ilustra una fantasía.

La pared tiene dibujadas a tres mujeres, cada una con un bebé, ambos representan una etapa del embarazo. La del centro, pintada de tés grisácea, da pecho a un varón.

A los pies de la madre hay una mujer de cada lado: una ilustra el parto, pues de su vagina se asoma un niño; la otra simula una cesárea con el cordón umbilical expuesto y que aún la unen a ella y su hijo.

El mural dista mucho de la realidad que se vive en el hospital, pues en el último mes tres mujeres han padecido desatención, desesperación y dolor por recibir a su hijo e hija en condiciones médicas cuestionables.

La parte oficial calla

Después de hacerse públicos los tres casos de las mujeres que padecieron durante el proceso del parto, El Imparcial buscó al director del nosocomio, Jerónimo Ramírez Luis, quien se ha negado a hablar con los representantes de los medios de comunicación en aquella comunidad.

Al llegar al instituto médico se buscó al funcionario, quien de acuerdo a los trabajadores, se encontraba en una reunión con el representante sindical para que se levantara el paro del área administrativa y se pudieran subsanar las carencias.

Durante 10 minutos se esperó a que el médico se desocupara. Mientras tanto, un grupo de cinco empleados pasaban el tiempo del cese laboral viendo una película en el monitor de una computadora, otra trabajadora aprovechó para tejer y el resto conversaba, leía una revista.

No faltaba quien dirigiera la mirada hacia la cámara fotográfica que portaba mi compañero. Incluso, una empleada, desde la parte trasera de su escritorio, seguía nuestros movimientos con su mirar.

Pasados los 15 minutos, de pronto apareció un guardia de seguridad. “Ustedes están esperando al director”, dijo, “no pueden esperarlo aquí, deben estar afuera”, comentó mientras tomaba con la mano el radio-comunicador sujeto al cuello de su camisa.

Pacientes entraban y salían, pero la reunión no terminaba. Una hora más tarde, después de buscar a las víctimas de la cuestionable atención médica, se regresó al hospital para saber si el director ya estaba disponible.

Aunque la puerta de la sala de juntas se encontraba abierta, con al menos cinco personas en el interior y otras más en constante movimiento, “aún no terminan, están revisando las necesidades de cada departamento y no puede atenderlos. A lo mejor más tarde”, indicó una de las sindicalizadas.

Entre acuerdos y silencio

Colosio se llama la colonia juchiteca donde vive María Luisa Martínez Luis y su esposo Fabián Pérez. Ella, a sus 19 años ya está ligada. Después de tener a su primera hija, el médico le practicó la salpingoplastia.

“Sabe dónde vive María Luisa Martínez”, preguntó a una señora que compra fruta a otra que va en su triciclo. Ambas se miran con la intención de ubicar la casa. “Es una joven que tuvo a sus hija”, continuo. La mujer reacciona de inmediato, “ahí, frente a ese carro rojo”, indica.

Todas las puertas de las casas están cerradas, excepto una. De inmediato se puede ver a una delgada mujer recostada en una cama. Parece no moverse. Se soba los pechos, como lo hace una madre para amamantar al o la recién nacida.

En el piso de la calle, en un pedazo de cemento se lee: “Bienvenido a la casa de la familia Mtz. Luis”. María no se da cuenta de la presencia de extraños. “Buenas tardes”, digo y toco la puerta”. Ella, lentamente voltea su mirada hacia el exterior.

Después de presentarme y comentarle que busco conocer su historia, pero más allá de revivir el proceso ya expuesto públicamente, María Luisa se queda muda. Aparece una mujer, al parecer su suegra.

“Ahorita no está su esposo, fue con mi comadre para que le hicieran el tamiz a la niña. Ya no tarda”. Pasados de 20 minutos, un joven, alto, delgado, de cabello rizado y tés morena, estaciona una motocicleta afuera de la vivienda. Enseguida llega un mototaxi, del cual baja una mujer con la niña en brazos.

Ambos entran. El joven sale y dice, “ya no queremos hablar con nadie de la prensa, ya estamos bien, mi esposa está bien y es lo que quería. Ya llegamos a un acuerdo con el médico y no queremos más”.

“Sabemos que los doctores se equivocan, pero también hacen cosas buenas. Ya llegamos a un acuerdo con el doctor. Él cumplió su parte de que la atendieran y estuviera bien, voy a cumplir con la mía. Somos cristianos y dejamos todo en las manos de Dios, él sabe qué hacer. Ya no queremos demandas ni nada, queremos estar tranquilos”, comentó Fabián.

El acuerdo que se refiere el joven, es una hoja que firmó él, su esposa, la madre de la joven, así como Jerónimo Ramírez, director del hospital; la doctora Susana Calzada Fajardo, ginecóloga del turno matutino y la licenciada Selene Cruz López, administradora del hospital.

Sin membrete ni sello oficial, escrita con máquina de escribir, la carta, fechada el 19 de junio de este año, niega que el joven dio una entrevista a Diana Manzo, reportera de El Imparcial del Istmo, de la cual la periodista tiene el audio. Además se indica que los familiares si firmaron el consentimiento para ligar a María Luisa y se guardan el derecho de demandar.

Textualmente apunta: “habiéndose aclarado que la Sra. María Luisa Martínez Luis si autorizó la oclusión tubari bilateral en conjunto con los familiares, los tres están de acuerdo en que se continúe su atención en el hospital coordinándose con el director para su atención y en este momento firmen de conformidad para no interponer ninguna demanda de tipo legal o jurídica en contra del hospital”.

Un tercer silencio

Santa María Xadani.- En este municipio istmeño vive Rosalba Vicente Mendoza, quien el 5 de junio acudió al hospital “Macedonio Benítez” para que le practicaran una cesárea de urgencia. Sin embargo, 10 horas después de llegar al instituto médico la mujer fue atendida, por lo que salió sin niña en brazos ni matriz.

La población, donde aún existen calles sin pavimentar, las cuales se convierten en pequeños pantanos y lodazales durante la temporada de lluvias, ahí se ubica la vivienda con barda de carrizos.

En el interior, en el patio, se ubican dos señores, uno teje una red para pescar. Al asomarme y preguntar por Rosalba, una mujer se acerca y expresa que no quieren saber más de los medios de comunicación.

Únicamente se limita a decir que el esposo de Rosalba Vicente se reunirá el 3 de julio con representantes de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), de la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) y del hospital “Macedonio Benítez”, el objetivo es llegar a un acuerdo para bien de ambas partes.

De manera extra oficial se sabe que el personal médico ofreció a la familia 100 mil pesos para resarcir la pérdida de la bebé y 150 mil por la extirpación de la matriz, situación que se dio por la atención tardía.

El recuento

A finales de mayo, Ana Gabriela Castañeda de 30 años acudió al nosocomio, donde por falta de atención oportuna, parió en el baño.

El 5 de junio Rosalba Vicente Morales, de 30 años, fue remitida por la doctora de la casa de salud de Xadani, llegó al hospital para que la realizara la cesárea, intervención que se realizó 10 horas después, situación que terminó con la muerte de la menor y la extirpación de la matriz.

El 15 de junio María Luisa Martínez Luis de 19 años, llegó al instituto médico para dar a luz a su pequeña. Durante la cesárea fue ligada, situación que no le permitirá tener otro hijo, además de posibles consecuencias hormonales debido a su edad.

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Este reportaje fue realizado por Mabeth B. Aquino, periodista de El Imparcial, en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas del International Center for Journalists (ICFJ) en alianza con CONNECTAS.

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