Argentina, pionera en la lucha de género al grito de #NiUnaMenos

Hartas de ver morir a sus madres, hermanas, amigas y vecinas, las mujeres argentinas han tomado las calles en los últimos años con el movimiento #NiUnaMenos. Convocadas a través de las redes sociales, las marchas piden el fin de los feminicidios y políticas públicas que protejan a las mujeres.

'Ni Una Menos' surgió como un grito colectivo contra la violencia machista para pedir el fin de los feminicidios. Eitan Abramoich/Afp/Getty Images/ Foto tomada con autorización de Univisión

BUENOS AIRES, Argentina.- Wanda, Daiana, Elizabeth, Laura, Agustina, Tamara, Noelia, Rosa, Priscila, Melina, Serena, Cynthia, Nicole son algunos de los nombres de las muchas víctimas por violencia machista. En los primeros 45 días del año, ya hubo 57 feminicidios.

En Argentina, aproximadamente cada 30 horas muere una mujer en manos de un hombre por motivos de género. Este promedio es el resultado de las cifras reveladas desde 2008 por el Observatorio de Femicidios. Son entre 230 y 290 femicidios por año según los datos que se levantan de más de 100 medios en todo el país.

La cantidad de crímenes machistas pone en jaque a las políticas públicas de género que no alcanzan. En contraposición, están tomando fuerza en el país ONGs y agrupaciones de mujeres que se articulan con eficacia para pedir cambios.

A la cabeza está el movimiento #NiUnaMenos que desde hace dos años busca visibilizar la desigualdad y la violencia cotidiana contra las mujeres. En 2016, el colectivo feminista organizó el primer Paro Nacional de Mujeres en la historia de Argentina que se replica este 8 de marzo, Día de la Mujer.

La huelga surgió del horror por un nuevo feminicidio ocurrido en octubre pasado.Lucía Pérez tenía 16 años,era amante de los animales y vivía con sus padres en la ciudad balnearia de Mar Del Plata. La adolescente fue drogada, violada y empalada por dos hombres. Luego, con ayuda de un tercero, la lavaron, la vistieron y la entregaron en una guardia sanitaria. Lucía tuvo una muerte lenta, causada por el extremo dolor de un palo que atravesó su sexo hasta el corazón.

EMPALAMIENTO: esa palabra recorrió los medios y revolvió las tripas sociales. Unos días después del brutal crimen, se determinó el paro de mujeres bajo el lema #MiércolesNegro. A la huelga se sumaron desde Estados Unidos, España y Francia hasta Bolivia, Chile, México, Uruguay y varios países de Centroamérica.

El movimiento #NiUnaMenos nació en 2015 por un tuit de la periodista Marcela Ojeda a raíz de la muerte de Chiara Páez. La joven de 14 años estaba embarazada y había desaparecido en mayo en un localidad de la provincia de Santa Fe. Su cuerpo fue encontrado en el patio de la casa de su novio: había sido asesinada a golpes y enterrada.

Para Ojeda, Chiara fue la gota que rebasó el vaso. “Minutos después de enterarme que habían matado a Chiara, me enojé conmigo, con los demás, porque estoy cansada de tener que cubrir sistemáticamente casos en los que golpean, violan y matan a mujeres y chicas”, dijo a medios locales en referencia a la ola de feminicidios de la última década. Y lanzó su ira a Twitter: Mujeres, todas ¿no vamos a levantar la voz? NOS ESTÁN MATANDO.

Un grupo de escritoras, periodistas, sociólogas y activistas se hizo eco de la propuesta. Empezaron a tejer redes y el hashtag #NiUnaMenos se viralizó. Autoconvocadas y coordinando saberes, transformaron la furia y el dolor en una movilización multitudinaria. Miles de mujeres y hombres de diferentes edades tomaron las calles de Buenos Aires y otras ciudades de Argentina a mediados de 2015. La agenda quedó marcada: las mujeres estaban en situación de peligro y había que hacer algo.

En 2016, el movimiento regresó con más fuerza. Para la segunda convocatoria, hubo asambleas entre varias agrupaciones y miles de personas volvieron a salir a la calle bajo el lema #VivasNosQueremos. Además, se lanzó el primer Índice Nacional de Violencia Machista que dio una idea de la magnitud del problema: el 97% de las mujeres argentinas alguna vez sufrió algún tipo de acoso.

La punta del iceberg

Los feminicidios, la muerte de mujeres por el hecho de serlo, son la consecuencia extrema y última de la violencia de género. Es la punta del iceberg. Detrás de las agresiones, hay arraigada una cultura machista que se tolera social y transversalmente.

Expertas consultadas por Univision Noticias coinciden en que la educación debe ser el eje central para desnaturalizar este tipo de violencia.

El primer paso para erradicar el problema es reconocerlo y, con ese fin, la editora de la revista Barcelona, Ingrid Beck, elaboró junto con Martín Romeo el Índice Nacional de Violencia Machista, una encuesta que, asegura la coautora, sirvió como herramienta para que muchas mujeres se dieran cuenta que habían pasado por situaciones de violencia que estaban naturalizadas.

“Yo no me acordaba que había pasado por una situación de exhibicionismo cuando era púber. Me di cuenta al llenar la encuesta. Lo tenía naturalizado, y no es normal, no está bueno que pase eso”, explica Beck.

A eso, apunta, se le debe añadir una lista de cuestiones en las que las mujeres sufren discriminación por el simple hecho de serlo: “Las mujeres ganamos 27% menos que los varones, sumale la falta de participación política, sindical, el trabajo doméstico no remunerado, la maternidad adolescente, el aborto clandestino como primera causa de muerte de mujeres gestantes, la violencia obstétrica, la naturalización de los acosos cotidianos. Tenemos un problemón”, lamenta.

La periodista atribuye estas cuestiones a un fallo en los sistemas de protección a las víctimas en todas las áreas del Estado.

Testimonios como el de Violeta, una profesional y mamá argentina, parecen darle la razón. Violeta es profesora en un posgrado de violencia doméstica, pero tardó años en darse cuenta de que ella misma era víctima: “Pasé de leer testimonios cuantitativos y cualitativos de víctimas de violencia de género y abuso infantil a dar mi testimonio”.

Cuando fue consciente de ello, se acercó a la Oficina de Violencia Doméstica que depende de la Corte Suprema de Justicia y elaboró un informe de riesgo para ingresar al sistema de protección. Allí determinaron que había sufrido los cinco tipos de violencia de género: económica y patrimonial, física, psicológica, sexual y simbólica y pusieron a su expareja restricción máxima de cercanía; es decir, si la encuentra por casualidad en el cine o un bar, él debe irse.

Según las leyes, no debería haber ningún tipo de mediación o diálogo entre la víctima y el victimario. Pero cuando citaron a Violeta y sus hijos a una pericia psicológica, se encontró con su agresor, también citado para formar parte del psicodiagnóstico familiar. En la práctica, las víctimas quedan expuestas.

Violeta también porta un botón antipánico otorgado por la ciudad de Buenos Aires, donde vive, pero cada vez que sale de la capital, lo apaga porque no funciona. Eso significa que las víctimas que viven en provincias son todavía más vulnerables. Allí es común que las comisarías ni siquiera les tomen las denuncias por violencia machista.

Feminicidios cada vez más crueles

Y todavía hay muchos asuntos pendientes. A pesar de que la Ley de Femicidio fue aprobada en 2012 con pena de prisión perpetua para los agresores, solo el 3% de los acusados fue condenado. “El gobierno no se mueve a nivel de la urgencia que tiene el problema”, afirma Ingrid Beck.

Gracias al movimiento de mujeres #NiUnaMenos, en 2015 se logró un Registro Nacional de Femicidios dependiente de la Corte Suprema y una Unidad Fiscal Especializada de Violencia contra las Mujeres. En 2016, el mismo día del paro nacional, se aprobó la nueva Ley de Paridad de Género en el congreso.

A pesar de los avances, los feminicidios parecen aumentar y ser cada vez más crueles. “Hay una reacción frente a las mujeres que se defienden, frente a las minas que salimos a la calle, empoderadas. El nivel de saña que hay en algunos de los últimos femicidios es realmente un dato nuevo: ya hubo dos empalamientos y varias violaciones múltiples”, asevera Beck. Entonces, ¿qué hacemos? ¿No salir más a la calle? agrega enfática: “Seguimos saliendo”.

En eso coincide la periodista del diario Página 12 y experta en temas de género, Luciana Peker: “Si te quedás a mitad de camino, ponés a las mujeres en peligro”.

Para ambas, el mayor logro del movimiento #NiUnaMenos es la baja tolerancia con el machismo.

El feminicidio que más marcó a Peker en su carrera fue el de Lucila Yaconis en 2003. La adolescente de 16 años volvía de la casa de su abuela y estaba a 50 metros de su residencia cuando trataron de violarla y la asfixiaron.

Según el relato de su madre Isabel a la periodista de Página 12, mientras la estaban forzando, el propietario de un taller preguntó qué pasaba. “Nada, es mi novia”, respondió el agresor como si pegarle a una pareja fuese normal. “Isabel siempre resalta que ese tipo del taller podría haber salvado a su hija. La idea de que con la novia se podía hacer cualquier cosa y no había que meterse estaba muy instalada. Hoy esa idea ya no está; yo conozco muchísimos casos de mujeres a las que han salvado en un hotel, en la calle, en un colectivo. Esa es una batalla ganada”, afirma Peker.


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