Las últimas prisioneras de los nazis en América Latina

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A sus 90 años, Margit Frenk debe recordar a la perfección su pasado para recuperar el tesoro de cientos de piezas de arte que le fueron arrebatadas a su familia durante el Holocausto nazi. Miembro de la Academia Mexicana de la Lengua y profesora referente en el Instituto de Investigaciones Filológicas y el Colegio de Letras Hispánicas de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Frenk encabeza una batalla legal para la recuperación de obras de algunos de los más célebres artistas del expresionismo alemán.

 

Ficha migratoria de Margarita Frenk.Instituto Nacional de Migración

Estas piezas fueron robadas durante el régimen de Hitler y vendidas clandestinamente a galerías y museos de Europa y Estados Unidos. La colección pertenecía originalmente a Paul Westheim, un crítico de arte que se refugió en México en 1941, tras pasar por tres campos de concentración. Los nazis lo odiaban por ser un abierto defensor del expresionismo alemán, al que calificaban como ‘arte degenerado’.  Ver documento.

 

Ficha migratoria del crítico de arte y coleccionista Paul Westheim, expedida cuando llegó a México en enero de 1942.Instituto Nacional de MigraciónWestheim escapó de Berlín en agosto de 1933, cuando era inminente su captura por los nazis. La Gestapo lo arrestó en agosto de 1940 en su departamento de París –durante la ocupación alemana a Francia– y todos sus bienes fueron confiscados. Permaneció preso durante 18 meses y logró huir con una visa de inmigración a México, nación a la que llegó en diciembre de 1941.

 

Westheim adoptó a México como su segunda patria, pues además de obtener la nacionalidad, formó una familia con Mariana Frenk, una escritora e investigadora alemana que falleció en 2004 en la capital azteca, a los 106 años. Su hija Margit quedó como heredera única de la colección Westheim, que hoy está desperdigada por el mundo.

Registro de entrada a México de Marianne Frenk.Instituto Nacional de Migración

 

Margit es muy querida en el mundo académico mexicano. El 13 de octubre de 2015, sus alumnos, discípulos y compañeros de cátedra se reunieron en el aula magna de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM para ofrecerle un homenaje por sus 90 años de vida. Con andar pausado, Margit apareció en el auditorio, con una sonrisa que le recorría de lado a lado las mejillas.

 

Elegante, vestida con pantalón negro y una blusa repleta de mariposas monarca, atendió gustosa a sus amigos más cercanos que caminaban deprisa para recibirla, saludarla y felicitarla por su cumpleaños.

 

Sus manos temblorosas estrecharon las de los invitados y los abrazos y cumplidos la acompañaron hasta que llegó al lugar que estaba reservado para ella. Primero le entregaron un ramo de flores y luego vino el obsequio de ramilletes de textos que sus ex alumnos y amigos escribieron en su honor.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Prácticamente nadie sabe que Margit Frenk, una prestigiosa académica mexicana de 90 años, lleva tiempo tratando de cerrar un capítulo que parece interminable dentro de su historia familiar: la recuperación del tesoro artístico arrebatado durante el régimen nazi.

Pocas –si no es que casi nulas– fueron las referencias al origen alemán de Margit, una mujer que llegó a México a finales de abril de 1930 y que seis años después obtuvo la nacionalidad de este país. Las fichas del Departamento de Migración que permanecen en custodia en la galería cinco del Archivo General de la Nación, dan cuenta de su arribo. La niña, de entonces cinco años, había dejado atrás su ciudad natal de Hamburgo (Alemania) y, en compañía de su madre Mariana y su hermano Silvestre, entró a México por el estado de Veracruz.

Margit Frenk es una prestigiosa académica del Instituto de Investigaciones Filológicas y el Colegio de Letras Hispánicas de la UNAM.Periódico AM

En el homenaje a Margit las anécdotas -aderezadas con lágrimas y risas- giraron en torno a su vida dedicada al estudio de las coplas, los cancioneros populares y, por supuesto, el análisis de la obra literaria de la que siempre ha estado enamorada: “Don Quijote de la Mancha”. Pero ninguno de los asistentes hizo ni una sola referencia a la lucha que la homenajeada libra para cerrar un capítulo que parece interminable dentro de su historia familiar: la recuperación del tesoro artístico arrebatado durante el régimen nazi. Ese episodio de su vida es prácticamente desconocido y ella –discreta– prefiere no hablar públicamente del tema.

 

El origen de la colección

 

Todo comenzó hace más de 80 años en Berlín, cuando un artículo publicado en el periódico del Partido Nazi alertó a Paul Westheim –padrastro de Margit– de que su captura era inminente.

 

“Era previsible que esto (el artículo en su contra) iba a ser la señal para que las SS (escuadrones nazis) invadieran mi apartamento y destruyeran las obras de arte, como ya había sucedido en Düsseldorf, donde las pinturas y acuarelas en el taller de Paul Klee fueron destruidas”, escribió Westheim en un testimonio judicial rendido al concluir la guerra.

 

En la impresionante colección del crítico Paul Westheim había dibujos del pintor austriaco Oskar Kokoschka y obras de Wilhelm Lehmbruck, Karl Von Appen y Karl Hofer, la mayoría de las cuales eran menospreciadas por los nazis por pertenecer a lo que llamaban ‘arte degenerado’.Wikimedia Commons

 

Los nazis lo odiaban por su origen judío, pero sobre todo por su valiente defensa de los artistas de vanguardia, a quienes Hitler y sus seguidores calificaban como exponentes del llamado ‘arte degenerado’. Westheim era un abierto promotor de los expresionistas alemanes, quienes en agradecimiento le dedicaron y obsequiaron cientos de obras, con las que formó una vasta colección particular. El crítico de arte llegó a reunir más de 50 pinturas y esculturas, así como unos 3 mil grabados y acuarelas de pintores como Oskar Kokoschka, Otto Dix, Otto Müller, Paul Klee y Max Pechstein. Ver pinturas de: Oskar Kokoshka, Lehmbruck Wilhelm, Karl Von Appen y Karl Hofer.

 

Antes de huir de Berlín, su colección privada la dejó bajo resguardo de Charlotte Weidler, una amiga que se presentaba como promotora de arte, aunque años después se supo que en realidad trabajaba como agente de los nazis y que sirvió como anzuelo para despojar a Westheim de su tesoro artístico. Ver documento.

Charlotte Weidler fingía ser amiga de Paul Westheim pero en realidad era agente de los nazis. Instituto Nacional de Migración

Westheim dejó Alemania con la creencia de que su colección estaba a salvo del expolio nazi. Pero al concluir la guerra, Weidler desapareció del mapa. Nunca más volvió a tener comunicación con su amiga. Una hermana de ella le escribió a Westheim para decirle que sus obras de arte se habían perdido en un bombardeo ocurrido en 1943, y él creyó fielmente esa versión. Ver documento.

 

Fue hasta después de la muerte de Westheim –ocurrida en diciembre de 1963– cuando surgieron indicios de que la colección de arte no había sido destruida, sino que había sido robada y comercializada clandestinamente en distintos países. Su viuda y heredera, Mariana Frenk, inició las primeras pesquisas para dar con las obras hurtadas. Sin embargo, no le alcanzó la vida para concluir su búsqueda. A su muerte, su hija Margit quedó como única heredera de la colección Westheim y es quien ahora lucha por lograr la restitución.

 

 

 

 

 

 

El saqueo

 

Margit Frenk se sorprende cuando le preguntan sobre el tesoro perdido de su familia. Son pocas las personas que conocen ese episodio de su historia, pero amable accede a narrar sus memorias.

 

Todavía recuerda con claridad cómo Paul Westheim le contaba a su madre sobre los tesoros artísticos que había dejado en Alemania cuando huyó para salvar su vida.

 

“Westheim había comprado una gran cantidad de obras de los grandes pintores y expresionistas alemanes, como Kokoschka, y cuando huyó de Alemania le dejó encargada toda su colección y su biblioteca a una mujer que era también crítica de arte y amiga suya”, evoca Margit. Esa mujer era Charlotte Weidler, quien de acuerdo con distintas fuentes, servía a los intereses de los nazis.

 

“Westheim se fue a París pero no tenía de qué vivir, así que ella le ayudó muchísimo. Vendió cuadros para él y todo. Luego Paul logró venir a México, después de haber pasado una serie de peripecias. Pero esta mujer que se portó tan bien con él decidió después quedarse con los cuadros”, expresa Margit en una mezcla de asombro y enojo. Ver documento 1 y 2.

 

Las piezas de arte que guardó Charlotte terminaron en manos de agentes nazis, según cuenta la heredera de la colección: “Esos cuadros fueron a dar a un refugio antiaéreo durante la guerra y ella (Weidler) recogió de ahí 12 cuadros, como 40 o 50 óleos, aparte de unas carpetas con litografías, grabados en madera, acuarelas, dibujos (…) De esos había 3 mil. Esta mujer que le había ayudado tanto (a Paul Westheim) llevó los cuadros a casa de un escultor que era un convencido nazi y ahí los tuvo él”.

Fue hasta después de la muerte de Paul Westheim –ocurrida en diciembre de 1963– cuando surgieron indicios de que la colección de arte no había sido destruida en un bombardeo, sino robada y comercializada clandestinamente en distintos países.

Margit asegura que algo dentro de Paul le impedía creer que las obras se hubieran perdido en un bombardeo. Quizás se debía en gran parte a las constantes cartas que sus amigos le enviaban desde Estados Unidos y Alemania, en las que le juraban que habían visto varias de sus piezas artísticas en venta.

 

“La ladrona dijo que había sido destruida (la colección) y sí había habido un bombardeo, pero se salvaron las obras. Ella dijo que todo se quemó, pero había indicios de que eso era una mentira; es decir, amigos le escribían (a Westheim) que habían visto libros dedicados a él en librerías y que incluso había cartas que estaban dedicadas a él y que estaban en venta en tal parte (…) Le decían que había tal y tal dibujo dedicado a él. Entonces él tenía mucha razón ya de sospechar, pero ¿qué podía hacer? No tenía las pruebas”. Molesta, Margit evoca el momento en que su mamá confirmó que la versión de que la colección Westheim se había perdido, era una mentira: “Ya muerto Paul Westheim, mi mamá averiguó que un cuadro de esa colección se vendía en Nueva York y así empezó a destaparse el pastel”.

 

La madre de Margit supo que Charlotte fue vendiendo todas las obras que pudo hasta su muerte, en 1983. Después dejó lo que quedaba con Yris Rabenou, una amiga que tenía una galería de arte en Nueva York. Ver documento.

 

Sin embargo, Mariana Frenk no pudo terminar la búsqueda de los grandes tesoros de su marido. Pese a haber sobrevivido al paso de tres siglos (nació en 1898 y murió en 2004), el tiempo no le alcanzó para ver recuperada la herencia de Westheim. Al morir, dejó como herederos a sus hijos Margit y Silvestre. Cada uno tenía derecho a un 50 por ciento de la colección desaparecida, pero en 2008 Silvestre cedió los derechos por completo a su hermana.

 

Fue así como Margit quedó al frente de la búsqueda. A sus 90 años, es la única que sigue peleando por ver concluida la restitución de las obras de arte que le fueron saqueadas a su familia durante el expolio nazi. Ver documento 1 y 2.

 

“Hace unos ocho años, un abogado de Nueva York me escribió. No sé cómo averiguó mi dirección pero me escribió por correo aéreo que quería hacerse cargo de esto y ha estado trabaje y trabaje en esto sin cobrar un centavo”, asegura Margit.

 

El nombre de su abogado es David Rowland, quien aparte de llevar el caso de Margit también representa los derechos de otros herederos que fueron víctimas del saqueo de arte encabezado por los nazis.

 

David y Margit trataron de llegar a un acuerdo con Yris Rabenou –la dueña de la galería que se quedó con parte de la colección– pero la negociación para devolver las obras parecía imposible. Por ello, a principios de 2013, promovieron un juicio en Nueva York para exigir la devolución del tesoro artístico.

“Hace como dos años por fin me dijo que la iba a tener que demandar, entonces ahora estoy yo en litigio ante la Corte Suprema de Nueva York con ella porque no quiere regresar las obras”, dice molesta Margit.

 

Yris Rabenou conserva cuatro obras muy valiosas que Margit tiene fe en recuperar: se trata de un retrato de Westheim elaborado por Max Pechstein con el título ‘Standing man’; el cuadro ‘Las bañistas’ o ‘Tres desnudos’, de Otto Muller, obra que ella considera la más valiosa pese al deterioro que sufrió; una acuarela de Paul Klee, y finalmente, ‘Imaginación Plástica’ de Edgar Jené.

Cuatro de las obras más valiosas que Margit busca recuperar son un retrato de Paul Westheim elaborado por Max Pechstein, con el título ‘Standing man’ (segunda foto a la izquierda); dos cuadros del pintor surrealista Edgar Jené y la obra ‘Las bañistas’ o ‘Tres desnudos’, de Otto Muller (derecha).Wikimedia Commons

El 3 de noviembre de 2015, Margit y su abogado acudieron a Nueva York a una audiencia de siete horas ante la Corte. Fue un interrogatorio para el que la heredera de la colección Westheim se preparó con tenacidad, leyendo las cartas y todos los documentos relacionados con la travesía que han seguido esas pinturas, con el deseo de concluir la batalla de restitución iniciada por su mamá.

 

“Yo siento el deber de terminar esta tarea de mi madre. Más que nada hacer justicia a Westheim, porque él murió y esa colección era valiosísima. Una colección que no pudo recuperar”.

Ver documento.

 

Una agente nazi

 

La familia Frenk no era la única que sospechaba que Charlotte Weidler había fungido como intermediaria de los nazis para el robo de piezas de arte. En abril de 2009, los herederos del pintor expresionista George Grosz demandaron al Museo de Arte Moderno de Nueva York –el célebre MoMA- y en el juicio se acusó a Weidler como “una sospechosa agente nazi”.

 

Según la acusación, Weidler había intervenido en la venta ilegal al MoMA de la obra ‘Retrato del poeta Max Herrmann-Neisse’, con el argumento de que había heredado esa pieza. La pintura fue realizada por George Grosz en 1927 y fue consignada por el autor a la Galería Alfred Flechtheim en Berlín. En 1933, el dueño de la galería tuvo que huir de Alemania, a causa de la persecución nazi, y la obra fue decomisada por los alemanes.

 

Grosz se enteró en 1953 que su pintura había sido adquirida por el MoMA y en una carta dirigida a su cuñado Otto Schmalhausen denunció que le habían robado la pieza durante la persecución nazi. El expresionista alemán falleció en 1959 sin haber podido recuperar la obra.

 

Sus herederos retomaron en 2009 la lucha por la restitución y en numerosos documentos del juicio sus abogados sostienen que la pintura había sido robada por Charlotte Weidler. Ver documento.

 

En los expedientes se menciona que desde principios de 1942, un asistente de la dirección de la Freer Gallery of Art de Washington y un administrador del Instituto Carnegie coincidían en sus sospechas de que Weidler era una agente al servicio de los nazis, que operaba en Estados Unidos. Su encomienda –sostienen los acusadores– era comercializar el arte robado en Europa.

En Alemania existe una institución encargada de documentar el patrimonio cultural perdido durante el régimen nazi y en sus bases de datos aparecen documentadas casi 60 obras que pertenecían a la colección Westheim, las cuales, una vez sean localizadas, serán reclamadas por la familia Frenk en México.

‘To Beauty’, obra de Otto Dix que pertenecía a Paul Westheim. Wikimedia CommonsEn el caso de la colección Westheim, Charlotte Weidler intervino en la venta de piezas robadas de artistas renombrados como Paul Klee, Edgar Jené, Max Pechstein, Otto Muller, Wilhelm Lehmbruck y Otto Dix.

 

‘El Violinista’, de Erick Heckel, pasó por distintas manos desde su robo en Berlín y reapareció en 1998 en una subasta realizada por la casa Christie’s de Londres, que vendió la pieza en 993 mil dólares.

‘El Violinista’, de Erick Heckel, fue subastada en 1998 por Christie’s, de Londres, en 993 mil dólares.Wikimedia Commons 

Otra pieza que fue robada al coleccionista nacionalizado mexicano es ‘Naturaleza muerta con botella blanca’, de Jean Pougny, la cual salió de Berlín a Nueva York al concluir la guerra y décadas después regresó a Alemania, en una transacción de la Galería Hutton. Actualmente esa obra permanece en la Berlinische Galerie.

Ver pintura de Jean Pougny.

 

Weidler también es acusada de haber traficado la pintura ‘Retrato de Robert Freund’, del expresionista Oskar Kokoschka, por medio de la galería Serge Sabarsky, en Nueva York, mientras que ‘Roof Garden for the Insane’, del artista Joachim Ringelnatz, fue vendida por Weidler a una galería en Düsseldorf, y ésta a su vez la vendió al Museo Clemens Sels, de la ciudad alemana de Neuss, en donde permanece en exhibición.

 

En Alemania existe una institución encargada de documentar el patrimonio cultural perdido durante el régimen nazi y en sus bases de datos aparecen documentadas casi 60 obras que pertenecían a la colección Westheim, las cuales, una vez sean localizadas, serán reclamadas por la familia Frenk en México. Ver video