Las últimas prisioneras de los nazis en América Latina

El Mercurio de Antofagasta

Los cañones de la guerra se silencian y las potencias vencedoras ocupan Alemania. Los años de la mayor barbarie que haya visto la historia de la humanidad acaban de terminar y Hans Erich Emden decide que es hora de volver a Europa, a tratar de recuperar las pertenencias de su familia. Uno de sus destinos es la neutral Suiza, donde su padre -el comerciante y coleccionista de arte Max Emden- está enterrado.

 

Erich, que en Chile tomó el nombre de Enrique, recorre la mansión de la Isla de Brissago en donde su padre vivió sus últimos años y se da cuenta por primera vez que Europa ya no es para él. La mansión está arruinada y las obras de arte que guardaba han desaparecido.

 

Sin posibilidad de mantenerla y pagar sus costosos impuestos, Enrique termina vendiendo la isla al Estado suizo.

 

Vuelve a Chile, lugar a donde había huido al comienzo de la Segunda Guerra debido a que, por tener antepasados judíos, apareció en las listas de buscados por los nazis. Se casa con una chilena, tiene tres hijos y se dedica a la producción de lácteos. Decide que lo mejor es olvidarse para siempre del pasado. Ver documento.

 

Más de medio siglo después el hijo mayor de Enrique, Juan Carlos, recibe una llamada desde Europa. Dos cuadros de la colección de su abuelo han sido encontrados y uno de ellos cuelga en una pared del palacio presidencial alemán.

“Esto no partió de mí. Un abogado, Markus Stoetzel, me ubicó y me preguntó ¿qué relación tienes con Max Emden?, le respondo que soy el nieto. “Necesito conversar contigo de propiedades y obras perdidas durante la época de Hitler”, me dice. Yo sabía que mi padre (hijo único de Max Emden) había tenido mucho, pero él lo había mantenido en sigilo, quería olvidarlo. El abogado me indujo a que presentáramos la solicitud de devolución de dos Bellotto en posesión del Estado alemán”, relata Juan Carlos Emden.

Dos obras del italiano Bernardo Bellotto (1721-1780), más conocido como Il Canaletto, hacen parte de la lucha que hoy libra Juan Carlos Emden por recuperar lo que los nazis le robaron a su familia durante la guerra.Wikimedia Commons

Después que la prensa revelara que una de las pinturas que colgaba en el comedor del palacio presidencial alemán (el ‘Zwingergraben’, de Bernardo Bellotto) había sido robado por los nazis a la familia Emden, el presidente de la época -Horst Kölher- ordenó que se descolgara, aunque no fue devuelto a los reclamantes.

 

Juan Carlos Emden inicia una cruzada por la recuperación de las obras de su familia, ayudado por abogados alemanes y estadounidenses. Se logran identificar piezas de arte esparcidas por Suiza, Alemania, Australia y Estados Unidos. Los museos, aunque en su mayoría reconocen que los cuadros pertenecían a la colección Emden, argumentan que fueron vendidos por la familia con todos los papeles en regla. Además exigen documentos imposibles, tomando en cuenta que estos se perdieron o destruyeron en la guerra.

 

“Poseer obras que fueron obtenidas como parte del saqueo de Europa efectuado por los nazis es validar un crimen y además es ‘karmático’, no puedes estar tranquilo sabiendo que posees algo que fue robado”, dice Juan Carlos Emden mientras busca a su gata sorda en el patio de la vieja casa familiar de la comuna de La Reina, en Santiago de Chile.

 

Juan Carlos Emden lidera hoy la batalla que su familia libra con diversos museos y galerías del mundo para recuperar las obras de su abuelo, el comerciante y coleccionista Max Emden.El Mercurio de AntofagastaLa vivienda, que acaban de vender a una inmobiliaria, es extraña dentro del gris Santiago. En el jardín, pájaros anuncian que la primavera ya llegó y los árboles florecen desafiando el smog. “Es una isla, como la de Brissago”, recalca Juan Carlos con una sonrisa. No es la única conexión. En la casa de La Reina, a media mudanza por la venta, el nieto de Max Emden conserva esculturas y pinturas compradas a artistas chilenos. “Lo de coleccionar arte lo llevo en el ADN”, sostiene.

 

 

 

 

 

 

 

Los museos, aunque en su mayoría reconocen que los cuadros pertenecían a la colección Emden, argumentan que fueron vendidos por la familia con todos los papeles en regla. Además, exigen documentos imposibles, tomando en cuenta que estos se perdieron o destruyeron en la guerra.

 

Juan Carlos comenzó su investigación con los documentos que encontró en la misma casa que ahora está desalojando. Ahí todavía guarda el pasaporte haitiano que debió comprar su padre en plena huida del Holocausto, después que Suiza le negara la ciudadanía. También conserva el pasaporte de una mujer judío-húngara, primera esposa de Hans Erich, aunque se trató de un matrimonio ficticio para ayudarla a escapar del horror.

 

Juan Carlos Emden todavía guarda en su casa de Santiago el pasaporte haitiano que debió comprar su padre cuando huyó del Holocausto, después que Suiza le negó la ciudadanía. El Mercurio de Antofagasta

¿Cuáles son las excusas que entregan los Estados y museos para no devolver cuadros?

 

“Hay una hipocresía feroz. Por ejemplo, el cuadro (propiedad de su abuelo) que se encontró en el palacio gubernamental de Bonn, estuvo en la colección de Hitler en Linz. Los países ahora los consideran parte de su patrimonio. Alemania y Austria dicen: “Hitler coleccionó estos cuadros y nosotros nos aferramos a ellos, no importa cómo se adquirieron”. Los museos adoptaron la misma actitud: “Yo guardo hasta que no me den pruebas”. Es muy difícil para familias que migraban con cuatro cosas puestas, igual como los sirios emigran ahora, tener algún papel”.

 

 

 

¿Cómo han logrado identificar piezas de la colección Emden?

 

“Las casas de subasta Christie's y Sotheby's han jugado un papel preponderante. Malo al principio, pero corrigiéndose. Ganaron tremendas comisiones después de la guerra y formaron estas casas de subastas riquísimas, pero ellos mismos ahora nos han ayudado con rescates de obras. Cuando hay una venta de estas pinturas, se ha obtenido una parte como indemnización, pero hay que pagarles a los abogados”. Ver video

 

En un cable escrito en 1939 y desclasificado por el gobierno estadounidense, se calcula que la colección de Max Emden llegaba a 121 piezas, avaluadas en 56.280 libras esterlinas de la época. Ver documento.

 

Su hijo Erich llegó a Chile un año después de ese cable y mientras intentaba rehacer su vida al otro lado del mundo, en Alemania los altos jerarcas nazis, ayudados por expertos de arte como Karl Haberstock e Hildebrandt Gürllit, continuaban con la rapiña del arte europeo.

 

Obras de familias judías eran confiscadas en todos los territorios ocupados y enviadas a la colección privada de Hitler en Linz o, en el caso de pinturas vanguardistas consideradas ‘arte degenerado’ por el régimen, transadas a precios ridículos por dealers que se aprovecharon del pánico.

 

“El oscurantismo siguió mucho después de haber terminado la guerra. Por mucho tiempo los descendientes, en los casos que hubo sobrevivientes, no se atrevieron a reclamar por miedo. Eso recién empieza a cambiar en los años 90 gracias a la declaratoria de los llamados Principios de Washington. Pero hay Estados, como el de Suiza, que han tenido un comportamiento objeto de cuestionamientos. Suiza ha sido un escondite de ladrones”, expresa Juan Carlos Emden.

 

Entre los pintores que figuraban en la colección Emden están Claude Monet, Vincent Van Gogh, Pierre-Auguste Renoir, Édouard Manet y Paul Gauguin. Para el nieto de Max Emden, la obra icónica de la colección es el cuadro ‘Campo de Amapolas cerca de Vétheuil’, de Monet (1840-1926).

 

Según Juan Carlos Emden, la obra más importante de la colección que los nazis robaron a su abuelo es ‘Campo de Amapolas cerca de Vétheuil’, del francés Claude Monet. Wikimedia CommonsEsa pintura, junto a otras tres, fue robada en 2008 del museo de la Fundación Bührle en Suiza. La pieza fue recuperada ese mismo año por la policía de Zurich, que la encontró en el portamaletas de un vehículo aparcado junto a una clínica psiquiátrica. También se recuperó un cuadro de Van Gogh.

 

Emil Bührle, quien creó la que es considerada la colección de pinturas más bella del mundo, era un apasionado del arte y comerciante de armas que durante la Segunda Guerra -con Suiza rodeada de regímenes fascistas- tuvo como cliente a la Alemania nazi.

 

En un libro publicado este año, “El libro negro Bührle”, se cuestiona el origen oscuro de muchos cuadros de la colección adquiridos durante la guerra. De hecho, ya en el lejano 1948 se obligó a Bührle a devolver 13 cuadros, que luego recompró. Mientras la Fundación asegura hoy que todas las obras que posee fueron adquiridas legalmente, los autores del libro –el periodista Thomas Buomberger y el historiador del arte Guido Magnaguagno– sostienen que las ventas efectuadas en medio de la presión de la persecución nazi, no deberían considerarse como transacciones comerciales regulares.

“Hay una hipocresía feroz (...) Los museos adoptaron la actitud de que se quedan con los cuadros hasta que no les den pruebas. Es muy difícil para familias que migraban con cuatro cosas puestas, igual como los sirios emigran ahora, tener algún papel”, asegura Juan Carlos Emden.

En el caso del cuadro ‘Campo de Amapolas cerca de Vétheuil’, este fue adquirido por Bürhle en 1941, un año después de la muerte de Max Emden. Por eso para Juan Carlos Emden y sus abogados la transferencia es por lo menos dudosa, ya que la Fundación –sostienen– ni siquiera mantiene los registros.

 

Juan Carlos Emden también ha logrado identificar cuadros que pertenecieron a su colección en la National Gallery, de Washington; en un museo de Pennsylvania, que después de empezar el reclamo de Emden se sacó de la vista del público; así como en museos de Houston (un Bellotto), Chicago y Australia.

 

 

“Ubicamos 12 obras entre casas de subasta, museos y Estados, de las que nos han indemnizado en tres ocasiones gracias a acuerdos con las casas de subasta. Es decir que se efectuaron las ventas, pero hubo un reconocimiento de que eran parte de la colección Emden. En cuanto a los museos, dialogamos con ellos pero muy elegantemente nos piden pruebas. Hay algunos que están devolviendo ahora, como el Louvre en Francia. En mi caso, no tengo la plata para mantener juicios, así que se está tratando de dialogar en buena fe. En ocasiones te dicen que tu abuelo vendió los cuadros, pero si esto es así, se hizo de una manera presionada, con una pistola en la cabeza u obligado para poder comer, y por cuatro “chauchas””. Dos representaciones de Santa María Salomé y Santa María Cleofás hacen parte de la colección deMax Emden robada durante la Segunda Guerra Mundial.Wikimedia Commons

 

 

 

El misterio de la isla

 

Max Emden, de raíces hebreas, nació en Alemania y vivió gran parte de su vida en Hamburgo, donde se dedicaba al comercio y además fundó un club de polo que aún existe. Se casó con Anita Sternberg, hija de una familia protestante burguesa. Anita había nacido en Valparaíso (Chile), donde su padre trabajaba para la línea marítima Cosmos.

Como muchos judíos alemanes, Max Emden peleó por su país en la Primera Guerra Mundial, pero eso no impidió que con el ascenso del nazismo se viera obligado a partir al exilio.  Archivo Juan Carlos Emden

Como muchos judíos-alemanes, peleó por su país en la Primera Guerra Mundial, pero eso no impidió que con el ascenso del nazismo fuera hostigado y obligado a exiliarse. Se mudó a la Isla de Brissago, en un lago suizo cercano a la frontera con Italia, obteniendo la nacionalidad suiza. La propiedad la había comprado en 1927 a la condesa de St. Léger. En Alemania los nazis expropiaron todas sus propiedades.

 

Max Emden era un hombre liberal, considerado un playboy en su época, que dejaba que los visitantes practicaran el nudismo en su isla. “Fue uno de los primeros hippies”, dice hoy su nieto Juan Carlos.

 

Murió en Brissago en 1940, a la edad de 66 años, en extrañas circunstancias que, para la familia, hacen creer que se trató de un envenenamiento. Max tuvo un solo hijo, Hans Erich (Enrique). Su matrimonio con Anita no duró mucho, pero el nexo de ella con Chile haría que su único heredero terminara viviendo en Suramérica. Ver documento.

 

En Chile se dedicó a la producción de lácteos y helados en las ciudades de Arica e Iquique, se casó con una chilena y tuvo tres hijos. Poco después de la guerra recibió una indemnización del gobierno alemán, junto a muchos otros descendientes de judíos, por algunas propiedades robadas durante el nazismo. Murió en 2001.

 

En 2007, la Televisión Suiza en Italiano (TSI) filmó el documental “El misterio de la isla”, en el que Juan Carlos Emden relata la historia de su familia.

 

Juan Carlos –hijo mayor de Enrique– recibió un poder de parte de sus hermanos y empezó la batalla por la recuperación de los cuadros de la colección de su abuelo. Una labor que ya le ha tomado 10 años.