Cambio climático, inundaciones y muertes: ¿de quién es la culpa?

Las fuertes lluvias de las últimas semanas en Suramérica han traído consecuencias nefastas para poblaciones de países andinos como Colombia y Perú. Ante la crisis, queda en evidencia el espíritu reactivo, pero poco previsivo de estos países que hoy deja como resultado cientos de muertos y decenas de miles de damnificados.

Panorámica de la tragedia en Mocoa tomada del sitio web de la Presidencia de la República de Colombia

Este abril, como siempre, llovió. Llovió mucho y en medio continente. Pero ahora ese agua que desborda ríos y tierra, mata gente en Colombia, Perú y Argentina. El cambio climático provocado por el hombre y la ausencia de políticas para mitigar y responder a estos eventos, resultan una combinación fatal que arrasa con todo.

La peor de las tragedias ocurrió en la ciudad de Mocoa, en la Amazonía colombiana. Comenzó en la madrugada del sábado 1 de abril, cuando tres de los ríos que pasan por allí rebosaron. En la avalancha murieron más de 300 personas, de las cuales casi un centenar son niños. El gobierno declaró el estado de calamidad para agilizar las operaciones de rescate y de ayuda, pero cinco días después los números asustan: más de 300 familias afectadas, 372 desaparecidas.

Los vecinos de Mocoa parecen entrenados en tormentos. Cuando no es la pobreza, la falta de empleo o la violencia de más de medio siglo de conflicto, lo que azota es la naturaleza y la ausencia total de políticas para frenarla o de infraestructura para amainar el impacto.

La ambientalista colombiana Jimena Puyana dijo a Canal Capital: “Esta es una población vulnerable, es una población indígena y hay que tener sensibilidad. Hay que reconocer que hay debilidades en materia ambiental y varias poblaciones están en riesgo”. Y llamó a actuar, a pensar políticas y medidas concretas para enfrentar los nuevos desafíos ambientales: “Es muy importante pensar en cómo prevenir a futuro estas tragedias”.

En el norte y centro del Perú las muertes son más de 100. La Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (OCHA) estima que hay más de un millón de personas afectadas y once departamentos se encuentran en estado de emergencia sanitaria por 90 días.

La zona más afectada fue la de Piura. Allí, en marzo el río desbordó y copó calles y parques con lodo y agua, hasta una altura de metro y medio. Dejó más de 20.000 damnificados y cerca de 240.000 afectados. La ciudad de las avenidas, centros comerciales y universidades, conocida por el mejor de los cebiches, venía creciendo como nunca por el boom agroexportador.

Los medios hablan de el fenómeno de El Niño Costero. El alcalde de la ciudad, Óscar Miranda, dijo que el “desastre” debe ser una oportunidad para “exigir grandes obras de prevención al Ejecutivo”. En declaraciones a la prensa, dijo que hay que ejecutar grandes obras de prevención y no solo de mitigación. Y mencionó como primordiales un sistema de evacuación pluvial y una represa para controlar las grandes avenidas aledañas al afluente.

Patricia León-Melgar, directora de la ONG ambientalista WWF-Perú, dijo que “el cambio climático está afectando al Perú”, que el 40% de los glaciares se ha derretido y las lluvias en la Amazonía han caído en un 70%. Antes había hecho foco en un aspecto fundamental para responder a eso: “No existen los desastres sino inadecuada gestión de riesgo”.

Hasta el mega famoso actor Leonardo De Caprio, quien también es activista ambiental, habló del asunto en la red social Instagram: “Más de 66 personas murieron y miles se vieron obligadas a evacuar sus casas después de las peores inundaciones ocurridas en la historia reciente del Perú. El desastre –que se produjo después de un periodo de sequía severa—es atribuido a las anormalmente altas temperaturas del agua del Océano Pacífico y alimentó las críticas en torno a que este país no está preparado para los desafíos del cambio climático”, posteó.

Ahora que las lluvias pararon, los peruanos deben enfrentarse al avance de enfermedades causadas por ellas, como el dengue y el zika.

Aunque con menor impacto, las lluvias también ocasionaron inundaciones en Ecuador y en Argentina. En el último país al sur del continente, hay 11 provincias en alerta. Hubo desbordes de ríos, 26,000 personas afectadas y 8,000 evacuados a lo largo y a lo ancho del país: Jujuy, Salta y Tucumán, en el norte del país; Santiago del Estero, La Rioja, Catamarca, Córdoba, Buenos Aires y La Pampa, en el centro; y la provincia sureña de Chubut. Así lo muestra este mapa de áreas afectadas de La Nación.

¿De quién es la culpa? En todos los casos, el mismo debate. Si el cambio climático es cierto y los hielos se descongelan y las lluvias aumentan, ¿qué deberían hacer los Estados? Los especialistas remarcan la necesidad de aplicar enfoques de riesgo climático, con leyes que prevengan y políticas que disminuyan y amortigüen los impactos. Claman por planificar ciudades resilientes y frenar la deforestación.

Desde hace años, ONG’s y organismos internacionales promueven medidas para combatir el cambio climático. Pero las emisiones de gases continúan, la agricultura y el comercio de madera arrasa con bosques y son muy pocos los países que hicieron efectivos los acuerdos firmados en los Objetivos de Desarrollo Sostenible. La reacción aparece, casi siempre, después de las tragedias.

En el caso de Perú, el presidente Pedro Pablo Kuczynski ahora prometió convocar a líderes de los partidos para trabajar en un plan de reconstrucción de las zonas afectadas. Kuczynski dijo a un medio local que “esta circunstancia trágica” debe servir para “poner las bases de un crecimiento más ordenado en las ciudades”.

“El cambio climático genera unas dinámicas y vemos los resultados tremendos desde el punto de vista de la intensidad, la frecuencia y la magnitud de estos efectos naturales”, explicó a AFP el jefe de la ONU Colombia, Martín Santiago, e instó a ponerse “totalmente en alerta” para fortalecer las capacidades de respuesta y prevención tras lo ocurrido en Mocoa.

La Organización Meteorológica Mundial (OMM), dependiente de ONU y que atribuyó a la deforestación lo ocurrido en Colombia, destacó que es posible probar claramente la existencia de vínculos entre el cambio climático ocasionado por el hombre y muchos casos de fenómenos extremos. Las sequías que ponen en riesgo la seguridad alimentaria, inundaciones, huracanes y lluvias, dijo David Carlson, director del Programa Mundial de Investigación sobre el Clima de la OMM, van a continuar por los “cambios notables en todo el planeta que desafían los límites de nuestra comprensión del sistema climático”. Hay que actuar para detenerlo.

Siete investigadores alzaron su voz a fines del año pasado para advertir que si los gobiernos, las empresas y los ciudadanos no empiezan a “actuar ya”, la temperatura del planeta alcanzará la temperatura máxima de calentamiento global tolerada, en los próximos 34 años. En el informe “La verdad sobre el cambio climático”, los científicos instaron a cambiar radicalmente la forma en que el mundo produce y usa la energía, fomentar de manera activa los coches eléctricos, implementar la tecnología de captura y almacenamiento de carbono y luchar contra la deforestación.

Hasta el Papa Francisco le dedicó una encíclica al tema: Laudato sí. Allí, lanzó un llamado de alerta ante el cambio climático y urgió a acciones concretas ante la degradación social que ha sufrido el planeta en los últimos dos siglos.

La llamada “encíclica verde” invita a una “revolución cultural”: “El movimiento ecológico mundial ya ha recorrido un largo y rico camino, y ha generado numerosas agrupaciones ciudadanas que ayudaron a la concientización. Lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, van de la negación del problema a la indiferencia, la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva”.

Francisco apuntó además contra el crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades que se han hecho insalubres para vivir, hizo una defensa de los pueblos aborígenes -“en diversas partes del mundo son objeto de presiones para que abandonen sus tierras a fin de dejarlas libres para proyectos extractivos y agropecuarios”- y del acceso al trabajo -“no debe buscarse que el progreso tecnológico reemplace cada vez más el trabajo humano, con lo cual la humanidad se dañaría a sí misma”-.


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