“Cantar” por la libertad

Varios de los implicados en los casos más grandes y sonados de corrupción en América Latina han sido beneficiados con la reducción de penas o una rápida liberación gracias a que decidieron romper el silencio y señalar a sus cómplices. La delación, ¿es una herramienta eficaz o un camino a la impunidad selectiva?

Marcelo Odebrecht. Imagen tomada de la cuenta Flickr del World Economic Forum

Marcelo Odebrechet, José Hawilla, Julio Rocha, Sergio Jadue, Luis Bedoya, Rafael Esquivel. Todos estos nombres tienen en común que son parte de la lista de implicados en algunos de los casos de corrupción más grandes de América Latina e incluso del mundo. Pero también los une otro denominador común: cuando se vieron acorralados por los procesos judiciales en su contra, decidieron “cantar”: delatar a sus cómplices para beneficiarse con la reducción de su condena.

Al brasileño Marcelo Odebrecht, expresidente del Grupo Odebrecht y uno de los principales implicados en el caso Lava Jato, le quedan poco más de siete meses en prisión antes de acogerse a un régimen de arresto domiciliario. Otrora considerado el empresario más influyente de Brasil, este magnate fue arrestado como uno de los cerebros del que es considerado el caso de corrupción más grande en la historia de ese país y que ha traído grandes consecuencias en varias naciones de la región.

De acuerdo a recuentos de medios brasileños, los abogados de Odebrecht consiguieron que su cliente cumpliera una pena mínima gracias a su plena colaboración para delatar esquemas de sobornos que fueron negociados directamente con políticos de Brasil y otros países.

En Brasil, la delación de Odebrecht es llamada ya “la confesión del fin del mundo” y se espera que genere un nuevo terremoto político. El escándalo por ese caso alcanzó a los niveles más altos de la clase política y de senadores hacia abajo soportan ya procesos judiciales por haberse visto implicados en el esquema de sobornos.

Entre los salpicados por este nuevo capítulo de escándalos ya saltó incluso el nombre del expresidente panameño Ricardo Martinelli, con quien Odebrecht había negociado un multimillonario soborno a cambio de concesiones para su empresa de construcción en el país centroamericano.

Odebrecht aseguró, además, haber puesto a disposición del expresidente de Brasil, Lula Da Silva, unos 40 millones de dólares para financiar sus gastos particulares luego de su salida de la presidencia. También dijo haber entregado 3 millones de dólares al expresidente peruano Ollanta Humala para su campaña electoral en 2011.

Y si del caso Lava Jato se habla, un apartado especial merecen Ramón Fonseca Mora y Jürgen Mossack, fundadores del bufete Mossack Fonseca, a quienes la justicia panameña otorgó días atrás la libertad bajo fianza. Centro del escándalo mundial desatado por la filtración de los Panamá Papers, que revelaba como el bufete asentado en Panamá ayuda a crear firmas de portafolio a narcotraficantes, dictadores y criminales de toda laya, estos hombres se encontraban en prisión desde febrero pasado, acusados por la fiscalía de Brasil de haber lavado dinero para Odebrecht.

Fonseca y Mossack consiguieron la libertad tras el pago de una fianza de US$ 500.000. Sin embargo, existen versiones de que ambos se vieron beneficiados luego de haber comenzado a cooperar con las investigaciones.

Otro brasileño salpicado por un escándalo gigantesco es Jose Hawilla, empresario de marketing deportivo. Este hombre que alguna vez dijo que su clave para el éxito era “trabajar honestamente y no hacer negocios sucios”, es uno de los varios salpicados por el escándalo del FIFA-Gate que reveló esquemas de corrupción y sobornos en el fútbol mundial en el que se vieron envueltos varios dirigentes de la Confederación Sudamericano de Fútbol (Conmebol).

Traffic, la empresa de Hawilla, pagaba sobornos para hacerse con los derechos de transmisión. Una vez detenido y encausado por la justicia de Estados Unidos, Hawilla comenzó a “cantar” sobre el esquema para verse beneficiado con medidas alternativas. Así se convirtió en una pieza clave de la investigación, de acuerdo con un recuento que realizara el diario español El País.

Al igual que Hawilla, varios dirigentes decidieron declararse culpables ante Estados Unidos y comenzar a cooperar con un escándalo que, según analistas, todavía puede traer sus coletazos. Es el caso del chileno Sergio Jadue, el colombiano Luis Bedoya, el venezolano Rafael Esquivel, el costarricense Eduardo Li o el salvadoreño Julio Rocha. El terremoto todavía puede continuar.

Pero no solo los acusados de corrupción cantan lindo cuando se ven apretados por los procesos judiciales. Si no que lo diga Francisco Javier Arellano Félix, uno de los narcotraficantes más sanguinarios de México, y sobre quien pesaba una condena de por vida en prisión en Estados Unidos.

Arrellano Félix se vio beneficiado con una reducción a 282 meses de condena carcelaria luego de delatar a varios otros narcotraficantes. Un trato que lo terminó beneficiando.

La lista de delatores es todavía larga y es seguro que se seguirá ampliando aún más a medida que vayan surgiendo casos de esquemas de corrupción gigantescos. Con todos los antecedentes, la delación ha demostrado ser una herramienta judicial para hacer caer incluso a cientos de implicados de alto vuelo, llegando incluso a los estamentos políticos más importantes de varios países, generando grandes terremotos. Aun así, también ha demostrado ser una salida rápida para los cerebros de esos mismos esquemas que deciden convertirse en soplones para evitar largas condenas tras las rejas. Vale preguntarse si además de ser una herramienta útil es también un mecanismo para la impunidad.

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