El pequeño municipio salvadoreño que vive con miedo

5.827 personas han desaparecido en El Salvador entre 2014 y 2016, los años en que ha recrudecido la Nueva Guerra protagonizada por las pandillas y el Estado. Historias de miedo y madres que aún esperan que sus hijos lleguen a casa pueblan Santa Cruz Michapa, un pequeño municipio de Cuscatlán.

Michapa fue uno de los 50 municipios más violentos del país en 2015. Fotos FACTUM/Salvador Meléndez

Belén buscó a Graciela al otro lado del pueblo, arriesgando su propia vida. Ella es del cantón Rosales de Santa Cruz Michapa, en Cuscatlán, pero ahora, desde que su hija desapareció, ya no sale. Su vida transcurre entre lavadas de ropa y trabajo en la tierra, como agricultora, con la milpa (cultivo de maíz) y el frijol. No visita otros cantones. Es muy peligroso, dice.

Santa Cruz Michapa no destaca por nada en especial, quizás esa es su principal particularidad. Es una localidad pequeña, de apenas 14,189  habitantes, según la proyección de población de la Dirección General de Censos y Estadísticas (Digestyc) para 2014 – año en el que desapareció Graciela-. Es una ciudad dormitorio a 35 kilómetros de San Salvador,  la capital de El Salvador.

Belén, madre de Graciela, una joven desaparecida por las pandillas en Santa Cruz, Michapa

Este reportaje fue elaborado por María Cidón para la Revista Factum y es republicado por CONNECTAS gracias a un acuerdo de difusión de contenidos.

El año en que Graciela desapareció hubo 2.090 denuncias de desapariciones en todo el país, según datos de la Policía Nacional Civil obtenidos por Factum a través de la Ley de Acceso a la Información Pública. Esto es, seis salvadoreños que cada día de ese año salieron de sus casas y no regresaron.

A medio camino entre San Pedro Perulapán, que le triplica en población y Cojutepeque, que es el municipio de referencia de la zona, Michapa podría parecer tierra de nadie, pero en realidad está, como muchos otros pueblos del país, en una disputa permanente entre dos bandos, las pandillas Barrio 18 y la Mara Salvatrucha. De hecho, Michapa fue catalogado en 2015 como uno de los 50 municipios más violentos del país: ocupó la posición 41.

En 2014, las denuncias por casos similares al de Graciela aumentaron considerablemente en Michapa: se registraron 24. Esto es, una tasa de 169 por cada 100,000 habitantes, una cifra muy superior a la de los municipios vecinos: en Cojutepeque ese año fue de 115, y en San Pedro Perulapán, de 43. Son demasiadas desapariciones para una población tan pequeña.

La cifra, además, puede ser mucho mayor si se tiene en cuenta que hay personas que nunca denuncian por el temor a las amenazas de sus vecinos pandilleros. Pero Belén no señaló a nadie, solo denunció ante la Fiscalía General de la República que su hija ya no regresó a casa después de hablar con ella por teléfono.

“El 21 de septiembre de 2014 salió a las 11:30, de ahí yo le llamé porque ella dondequiera que andaba me decía ‘mire, mamá, ando en tal parte’. Eran las 5:00 (p.m.) y me dijo: ‘ando en Cojute, comiendo’. Pero ya a las 6:00 que yo le hablé -Belén hace una pausa e inmediatamente rompe en llanto- ya mi hija no me contestó, le hice cien llamadas y solo al buzón me tiraba.”

Ese día, Graciela, que tenía 21 años, iba acompañada de su amiga Tati, que era menor de edad. Ninguna de las dos ha aparecido. El caso ha pasado recientemente a la fase de sentencia en los juzgados especializados de San Salvador. Aunque Belén ha desistido de acudir a las sucesivas audiencias por temor a ser identificada. La investigación, apoyada básicamente en la versión de un testigo criteriado, ha avanzado y se espera la fecha para instalar la vista pública, dice el fiscal Ángel Hernández, jefe de la Unidad de Vida de la Fiscalía de Cojutepeque.

Según la investigación fiscal, hay 14 sospechosos detenidos por este y otros casos. Todos los implicados son miembros de la clica Shadow Park Locos Sureños (SPLS), de la pandilla Barrio 18 sureños.

Como la Fiscalía no tiene un cuerpo como evidencia de la muerte, por el momento el delito en el caso de Graciela es de privación de libertad; pero lo más probable, según la versión del testigo criteriado que maneja el ministerio público, es que los  cuerpos de Graciela y Tati fueran desaparecidos después de matarlas y enterrarlas.

El día que Graciela desapareció junto a Tati fueron engañadas: desde Cojutepeque las llevaron a Michapa en carro. Ya en el municipio se trasladaron a una finca, donde las golpearon, las violaron, las mataron con arma blanca y las desmembraron, dijo el testigo a la fiscalía.

Sin un cuerpo, un hallazgo al que aferrarse, la declaración del testigo criteriado es la única certeza del paradero de la hija de Belén. Pero al menos es algo. Muchas personas ni siquiera denuncian.

* Los nombres de las víctimas en esta historia han sido cambiados por razones de seguridad.


Lea el reportaje completo en la Revista Factum, AQUÍ


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