Le negaron atención en el CIJ por no ir “grave”

Esta es la historia de Iván, un joven que está a unos meses de cumplir la mayoría de edad y ha consumido todo tipo de drogas: mariguana, psicotrópicos, hongos, cocaína. Buscando ayuda, su madre acudió al Centro de Integración Juvenil, pero la respuesta no fue alentadora.

Con 11 años y cinco pesos en la bolsa fue adicto a las “mamilas” (solventes de sabores) pues al interior de la Secundaria Técnica 114, la sustancia es introducida por los alumnos en botellas de perfume y se vende por “mona” (papel húmedo) y hasta por litro, de acuerdo con su testimonio otorgado a EL UNIVERSAL.

“Comencé a consumir drogas porque la mayoría de los compañeros de otros grados las llevaban, tenía la curiosidad de probar y las primeras me las regalaron. Me aventé seis años. Apenas el 7 de diciembre se acabaron para mí, inicié la compra en las escuelas y luego iba a los puntos de venta en Canteras, Ejército de Oriente y El Hoyo, por activo”, relata el adolescente. Afirma que la primera vez lo sorprendieron por su falta de experiencia, ya que al ser principiante la droga le causó sueño.

Fue canalizado por la institución a los Centros Recreativos Juveniles A.C, ubicados en el Metro Constitución, pero durante meses fue adicto sin que nadie se diera cuenta. Al llegar a casa, lavaba el uniforme escolar para que no conservara olores y se encerraba en su cuarto hasta que disminuía la irritación de los ojos.

Iván asegura que el valor de las “mamilas” es de 30 pesos en las calles, “los botes de tres litros cuestan 90, las velas de mota (tubo de mariguana) 35, los chochos varían en precios pero los más populares son los de Roche y el Diazepam. El gramo de coca está en 400 pesos y alcanza para cuatro líneas, pero si te vas tendido no te rinde. En lo personal prefería las “mamilas” porque huelen bien rico, a chicle, fresa, lociones como Perry Ellis, Chemise o Coco Chanel”.

Por años, el menor se drogó lejos de la zona en donde vive. Cambió en dos ocasiones de prepa debido a que estuvo a punto de quedarse en el viaje. En el CETIS 153, ubicado sobre Periférico y Eje 5, las autoridades lo obligaron a firmar su baja definitiva a cambio de no denunciarlo por delitos contra la salud, debido a que no sólo consumía, sino también comercializaba drogas, según cuenta.

“Me acerqué por curioso y por borrego, en la preparatoria hasta vendía vicio, mariguana, activo y cigarros de chocolate”, relata.
Sin embargo, en la segunda ocasión que fue expulsado de la preparatoria, los padres del menor asistieron al Instituto de Educación Media Superior (IEMS), que se ubica en Cárcel de Mujeres, donde fue canalizado al Centro de Integración Juvenil de la colonia Vicente Guerrero, en Iztapalapa.

“Por mi cuenta no pedí ayuda, mi mamá buscó clínicas para internarme, fuimos a la Vicente (Guerrero) pero no me aceptaron porque tenía que estar en un grado más avanzado de adicción. Querían que llegara colgado, ‘hasta atrás’ para que me pudieran internar y rehabilitar. Ella por su cuenta buscó en otro lado. En el Ajusco le cobraban mil pesos al día, 40 mil pesos de tratamiento; 22 mil pesos de ingreso y 22 mil tres días antes de entregarme de vuelta”.

Pero no fue la única opción que buscó la madre del menor y al no contar con el efectivo prefirió encerrarlo en su casa. “También se lanzó a Cuautiltán Izcalli, no sé cuánto cobraban y habló a Oceánica, pero ahí es medio melón”. Iván sugiere a los chavos que se den cuenta de lo que quieren y que no usen las drogas por llamar la atención, porque a la larga, o acaban locos o acaban muertos.

“Lo más fuerte que llegué a vivir estando en mi ‘alucín’ es ver que le dispararan a la gente, porque ya desconectado pierdes. En una ocasión llevaba una mochila llena de mota, nos paró una patrulla y el policía nos dijo échense un volado a ver quién se va conmigo y al otro le regreso las cosas”.

Asegura que los dejó libres a cambio de una esclava de oro que le arrojaron al piso; el oficial indicó que se fueran porque las cámaras lo estaban grabando. “Así fue, nos regresó la mochila con toda la droga y se llevó la esclava, entonces te sientes agraviado por todos y te sacas de onda porque cuando pides ayuda, te la niegan”.

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Este reportaje fue realizado por Magali Téllez de El Universal de México en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas del International Center for Journalists (ICFJ) en alianza con CONNECTAS.

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