Una fórmula ante el proteccionismo de la era Trump

Las recientes movidas en los organismos de integración latinoamericanos evidencian la urgencia de medidas ante el proteccionismo del vecino del norte. ¿Qué tanto chance de éxito habrá en este nuevo intento?

Los dos promotores del acercamiento entre Mercosur y la Alianza del Pacífico, Mauricio Macri y Michelle Bachelet. Foto: Casa Rosada, bajo licencia Creative Commons

Pocas veces una reunión entre dos países limítrofes del sur del continente trae tanta expectativa para la región. La excepción fue el encuentro que mantuvieron Mauricio Macri y su homóloga Michelle Bachelet en febrero pasado para abordar el impacto inminente de la era Trump en la economía del hemisferio sur. Los mandatarios de Argentina y Chile, que de momento mantienen la presidencia pro tempore del Mercosur y la Alianza del Pacífico respectivamente, resolvieron convocar para el próximo mes de abril a una junta de los cancilleres de los nueve países que integran ambos bloques y que reúnen a un mercado de 500 millones de personas.

El punto central de este acercamiento atípico, en una región fraccionada y sin tradición de unidad, es consolidar un frente sólido para encarar a las políticas proteccionistas que cobran fuerza a solo mes y medio de la investidura de Donald Trump como el presidente número 45 de Estados Unidos.

Se trata de un giro en la conducción de Mercosur, que pasa por el cambio de su presidencia, transferida de Venezuela a Argentina en diciembre pasado. Un hecho que coincide con la toma de cierta distancia de la nación bolivariana, que fue suspendida “del ejercicio de los derechos inherentes a la condición de Estado parte” por no adecuar sus normas comerciales al tratado de adhesión suscrito en 2012.

La resolución significó una fractura en el bloque y dio paso a un bochornoso incidente diplomático protagonizado por la canciller venezolana Delcy Rodríguez, quien intentó entrar a la fuerza a una reunión de Mercosur en Buenos Aires a la que no fue invitada. Aupada por simpatizantes kirchneristas y acompañada de su par boliviano David Choquehuanca, Rodríguez se abrió paso a la fuerza al Palacio de San Martín aunque finalmente no llegó a irrumpir en el encuentro que mantenían sus colegas.

Lo cierto es que con la llegada de los gobiernos de Pedro Pablo Kukynski en Perú, el propio Macri en Argentina y la destitución de Dilma Rousseff en Brasil que dio paso a Michel Temer, el socialismo del siglo XXI va perdiendo fuerza en la región. Incluso Ecuador, que es uno de los bastiones principales de la tendencia progresista, corre el riesgo de cambiar de dirección con la posible llegada al poder del banquero y conservador Guillermo Lasso. El próximo 2 de abril se enfrentará en las urnas, en una segunda vuelta electoral, con el oficialista Lenin Moreno, elegido por el presidente Rafael Correa como su sucesor.

Esas nuevas alianzas que se forjan con el cambio de la configuración geopolítica, hacen que otros intentos integradores, como el de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR), vayan siendo desplazados. El mismo presidente Correa, que impulsó junto al difunto Hugo Chávez la constitución del organismo e hizo que Ecuador financie en su totalidad los USD 43 millones que costó la sede ubicada en Quito, denunció “deliberados intentos por destruir” a la Unasur y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), de la que también forma parte activa y que en su última cumbre en enero último no logró consolidar una posición frente a la era Trump.

Correa culpó a una “derecha cavernaria, antidemocrática, incluso traidora a su propia patria, a su propia historia”, de atentar contra la unión latinoamericana en favor de la Alianza del Pacífico y del Acuerdo de Asociación Transpacífico, aunque sobre esta última alianza, Correa se congratuló de la intención del nuevo gobierno estadounidense de sacar al país de este grupo. “Se les derrumbó también el mito”, dijo.

De momento, Unasur atraviesa un periodo de acefalía, luego de que su secretario general y expresidente colombiano Ernesto Samper, dejó el cargo el 31 de enero pasado, tras dos años y medio frente al organismo. Según dijo, no tenía intención de reelegirse y quería retornar a su país para trabajar en el fin del conflicto armado. Aunque los cambios en la relación de fuerzas en la región demandaban un nuevo secretario más ecuánime con los gobiernos de los 12 países miembros (Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, Guyana, Paraguay, Perú, Suriname, Uruguay y Venezuela); y no con la marcada inclinación por los designios venezolanos que mantuvo Samper en casos como el acercamiento fallido con la oposición que Unasur impulsó.

Un mal síntoma que ha generado inquietud sobre el futuro de Unasur es el rechazo del presidente saliente de la CAF, Luis Enrique García, de suceder a Samper. Trascendió que el boliviano, que dejará este mes la CAF luego de 25 años de trabajo, declinó la oferta. Ahora el reto radica en encontrar un secretario que cuente con el beneplácito del dividido bloque y que impulse, más allá de ideologías, objetivos comunes que vean la luz. Para así acabar con una larga lista de iniciativas fracasadas como la Corte Suramericana, la Corte Penal Internacional e incluso el Banco del Sur, que no termina de pasar de los papeles a la realidad. El nuevo Secretario de Unasur será el quinto en presidir el organismo.

Y mientras Unasur sigue en busca de su cabeza, los gobiernos de Argentina y Chile hacen jugadas con miras a consolidar un frente común para enfrentar lo que se viene (dígase la segregación, xenofobia y proteccionismo alimentado por Trump). Un ejemplo de ello, es el tratado comercial entre la Unión Europea y Mercosur, que Macri viene impulsando desde que asumió la presidencia pro tempore y que cuenta con el apoyo del presidente del gobierno español Mariano Rajoy. Incluso la secretaria ejecutiva del CEPAL, Alicia Bárcena, aseguró que frente al proteccionismo de Trump es fundamental avanzar en un esquema integracionista de Latinoamérica, principalmente entre la Alianza del Pacífico y Mercosur, para buscar que sus complementariedades potencien “una integración física en infraestructura, digital y armar cadenas de valor que después puedan ser bienes exportables hacia el pacífico y el Atlántico”.

Las críticas principales a este intento integracionista de Macri y Bachelet apuntan a que han tardado demasiado y a que van en contrasentido. Mientras los mandatarios sudamericanos intentan dar un giro aperturista, la corriente de la era Trump tiende a cerrar su economía. Aún así, de concretarse la apuesta Alianza del Pacífico-Mercosur, la región quedará divida entre un bloque comercial sólido y otro bloque de países que no han logrado despegar del integracionismo ideológico. Ahora, todas las miradas están puestas en la reunión de abril.

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