La otra cara de las misiones médicas cubanas

Tras la imagen de solidaridad y la grandilocuencia de las cifras de profesionales de la salud que llegan a trabajar a otros países, se esconde una realidad de asedio y sufrimiento poco conocida.

El periódico Granma, órgano oficial del Partido Comunista de Cuba, anunció a fines de febrero de 2021 que la solidaridad médica cubana había llegado a casi un tercio de la humanidad en los últimos 60 años. Daba cifras para los escépticos: 30.407 trabajadores del sector se desempeñaban en ese momento en 66 países. La fuente del medio era el Ministerio de Salud Pública de Cuba (MINSAP), y el presidente cubano, Miguel Díaz-Canel, servía de altavoz en Twitter: "A donde otros han llevado soldados, bombas, destrucción y muerte, nuestras brigadas médicas llevan atención, cuidados, medicinas, salud".

El MINSAP ofreció otros números: los médicos cubanos habían realizado más de 14,5 millones de operaciones quirúrgicas en todo el mundo, casi 4,5 millones de partos, y salvado 8,7 millones de vidas.

Las declaraciones se daban en una coyuntura optimista. Si bien la venta de servicios médicos cubanos había atravesado una situación adversa en 2018 y 2019, con el abrupto final de los contratos en el Brasil de Jair Bolsonaro, la Bolivia de Jeanine Añez y el Ecuador de Lenin Moreno, la pandemia de la covid-19 daba pie a La Habana para volver a impulsar sus "misiones médicas" y encontrar nuevos socios, incluso en países europeos como Italia y Andorra.

En otro informe, de octubre de 2021, el MINSAP aseguraba que 4.982 profesionales de la salud cubanos, divididos en 57 brigadas, habían colaborado en la lucha contra la covid-19 en 41 países durante dos años de pandemia.

Por otra parte, además de reanimar las contrataciones en el exterior, la pandemia sirvió de marco a La Habana para reactivar la propaganda alrededor de las misiones médicas. Desde abril de 2020, esa propaganda incluyó una campaña por el Nobel de la Paz para el Contingente Henry Reeve, del que forman parte los profesionales enviados a trabajar en la contención de la covid-19.

¿Pero cómo empezó todo esto? ¿Cómo es que Cuba, una isla del Caribe con una población de 11 millones de personas, posee, según cifras del Banco Mundial, más médicos por cada mil habitantes (8,4) que potencias como Alemania (4,2), Suecia (4), EEUU (2,6) o Japón (2,4)? Y al mismo tiempo, ¿cómo es que, si en 2010 los médicos destinados a los Consultorios de la Familia en la isla llegaron a ser 36.478, en 2017 solo quedaban 13.131; es decir, una reducción del 64 por ciento en menos de una década?

Médicos, petróleo y algo más

1984 fue el año en que, impulsado por Fidel Castro y con el objetivo de llevar la atención sanitaria a todo el país, el gobierno cubano creó el Programa del Médico y la Enfermera de la Familia. En 1987 se graduaron los primeros especialistas en Medicina General Integral —los profesionales destinados a ese programa—, y diez años más tarde, 18.090 consultorios, edificados en comunidades, pueblos y barrios, habían transformado el panorama de la salud pública a nivel nacional.

Según la versión oficial, gracias al enfoque preventivo, a partir de ese momento se redujeron los ingresos hospitalarios. También se elevó la calidad de la atención prenatal, y la cobertura vacunal superó el 98 por ciento. Esos y otros indicadores convirtieron el programa de salud en referente mundial. Sin embargo, este carecía de algo esencial: un plan de sostenibilidad.


En 1991, la desaparición de la Unión Soviética y el campo socialista, y el fin de las subvenciones de esos países a Cuba, provocaron una implosión económica que sumió a la isla en una crisis sin precedentes, que evidenció la vulnerabilidad estructural de los planes del Gobierno. Comenzó entonces lo que La Habana denominó oficialmente "Período Especial en Tiempos de Paz". En cuestión de meses, el país perdió cerca del 85 por ciento de su comercio exterior —que realizaba con la URSS—, el Producto Interno Bruto (PIB) se contrajo en un 35%, la economía se paralizó por falta de petróleo, el poder adquisitivo de los salarios cayó en más de un 70 por ciento, y los cubanos se vieron sometidos a cortes de electricidad que superaron las 12 horas diarias y a un racionamiento extremo de los alimentos. Se calcula que más de 50.000 personas sufrieron neuritis óptica, una enfermedad que se consideró vinculada al hambre.

Bajo los efectos de esa crisis, en los años 90 comenzó una paulatina reducción de infraestructuras, camas hospitalarias y otros servicios sanitarios, que continuó en las primeras dos décadas de este siglo.

Según datos de los anuarios estadísticos de Salud Pública, entre 1997 y 2017 “desaparecieron” progresivamente unas 20.000 camas hospitalarias y 182 hospitales, entre ellos los 62 rurales que existían en el país. También, 7.221 Consultorios Médicos de la Familia.

El Gobierno presentaría más tarde esos recortes como un proceso de reordenamiento de los servicios médicos y una "compactación" de las estructuras para, supuestamente, hacerlas más “eficientes“ y “sostenibles”.

Sin embargo, lo que empezó como la necesidad de reducir una maquinaria imposible de mantener en medio de la crisis económica, terminó siendo un paso necesario para desarrollar el que ha sido el negocio más lucrativo del castrismo: la venta de servicios médicos.

Ya a partir de 1999, la llegada al poder de Hugo Chávez en Venezuela haría cambiar el panorama para el gobierno cubano. Aliado ideológico, Chávez no tardó en sustituir a la otrora Unión Soviética en el sustento económico y político de La Habana. Si Cuba había entregado azúcar a la URSS a cambio de petróleo y tecnología, con Venezuela el trueque consistió en profesionales por petróleo. Decenas de miles de trabajadores de la salud, profesores y entrenadores deportivos cubanos comenzaron a aterrizar en el aeropuerto de Maiquetía mientras millones de barriles de crudo llegaban a la isla en condiciones preferenciales.

Entre 1997 y 2017 “desaparecieron” progresivamente unas 20.000 camas hospitalarias y 182 hospitales, entre ellos los 62 rurales que existían en Cuba.

El 30 de octubre de 2000, ambos gobiernos firmaron un acuerdo por el cual la parte cubana se comprometía al envío de médicos que ofrecerían servicios gratuitos en lugares con cobertura de salud deficiente, y al entrenamiento de personal venezolano de diversos niveles. Venezuela se comprometía, por su parte, al envío de 53.000 barriles diarios de petróleo.

Para 2012, Venezuela exportaba ya a Cuba 105.000 barriles diarios, casi el doble de lo acordado inicialmente. Al mismo tiempo, según cifras oficiales, 53.407 venezolanos habían sido atendidos de diferentes patologías en Cuba. Las exportaciones cubanas a Venezuela eran de 2.484 millones de dólares (principalmente medicinas y petróleo refinado), mientras que las exportaciones del país sudamericano a la Isla sumaban 6.079 millones, fundamentalmente en petróleo.

Existe una gran opacidad sobre los instrumentos normativos que rigen tanto el Convenio Cuba-Venezuela (CIC) como la Misión Barrio Adentro, el programa social lanzado en 2003 por el expresidente Hugo Chávez. Sólo se hizo público el documento de creación del CIC (30 de octubre de 2000), en el que se especifican los artículos con disposiciones especiales, como el de que Cuba ofrecería a Venezuela médicos, especialistas y técnicos de la salud para prestar servicios en lugares en los que no se dispusiera de ese personal. A partir de 2003 se han promulgado otros decretos y resoluciones, pero solo han sido publicados los enunciados.

Una revisión de los archivos de la Gaceta Oficial de Venezuela, muestra cómo, por ejemplo, durante la III Comisión Mixta, realizada en La Habana en 2002, Hugo Chávez firmó 11 contratos para la adquisición de diferentes tipos de medicamentos, vacunas, equipos médicos y asistencia técnica. La inversión destinada a este proyecto alcanzó 15 millones de dólares, aportados por el Ministerio de Finanzas de Venezuela. Más tarde, en 2013, ya tras la muerte de Chávez, su sucesor Nicolás Maduro acompañó la firma de más de 51 nuevos proyectos por 2.000 millones de dólares, entre ellos la continuidad del apoyo cubano a las misiones sociales venezolanas.

Misión médica cubana en el estado venezolano Zulia, "realizando acto de reafirmación revolucionaria". Tomada de @Maruja84114746 en Twitter

Tres años después, en el marco de la comisión mixta anual, ambos gobiernos suscribieron el Plan de Cooperación 2016-2030 para impulsar el desarrollo de proyectos que van desde el suministro de medicinas y atención de enfermedades endémicas, como el zika y el chikungunya, hasta la actividad minera. Entonces Maduro aprobó el desembolso de otros 1.428 millones de dólares.

Ese mismo año, el propio Maduro anunció que Venezuela había invertido más de 250.000 millones de dólares en el programa de cooperación médica con Cuba en los últimos 13 años. El monto de esa inversión, en medio de la crisis económica venezolana, evidenció que, detrás del trueque, había algo más que los acuerdos públicos.

El programa de cooperación no ha estado exento de escándalos de corrupción. En octubre de 2009, la ministra de Salud venezolana, Eugenia Sader, fue nombrada presidenta de la Fundación Misión Barrio Adentro, organismo adscrito a la cartera de Salud. Es decir, ejercía dos cargos administrativos dentro del mismo ente. Cinco años después, Sader fue imputada por tres delitos de corrupción. En 2017, la Fiscalía emitió dos órdenes de captura contra ella por contratos para la construcción de seis hospitales especializados y para el manejo de medicamentos cubanos e insumos médicos. Estas decisiones no fueron acatadas por el Tribunal Supremo de Justicia de Venezuela, sumándose a los episodios de silencio, contradicciones y cifras amañadas que son lugar habitual a la hora de hablar de la presencia médica cubana.

En abril de 2016, durante el decimotercer aniversario de la Misión Barrio Adentro, Nicolás Maduro relanzó la iniciativa y afirmó que esta había salvado la vida de más de un millón de pacientes en “12.094 ambulatorios”, donde se habían realizado “761.482.951 consultas”. Un año después, aseguró que Barrio Adentro había efectuado “más de 1.468 millones de consultas en sus 14 años de funcionamiento”.

Mientras Maduro mencionaba con orgullo dichas cifras, la Encuesta sobre Condiciones de Vida (Encovi) 2017 (realizada en 2018) reveló que el 93 por ciento de la población venezolana no se atendió en la Misión entre 2015 y 2017. Los beneficiarios cayeron de 2,6 millones a 200.000 en cuestión de tres años.

En 2018, un informe sobre Barrio Adentro realizado por Carlos Aponte, sociólogo, doctor en Estudios del Desarrollo, investigador de la Universidad Central de Venezuela y colaborador desde 1996 de organismos como el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), el Banco Mundial y los ministerios de Familia y de Salud y Desarrollo Social de Venezuela, reveló, basándose en datos de la Encuesta Nacional de Hospitales de 2018, que el 88 por ciento de los centros de salud del programa reportaban escasez de medicamentos, y el 96 por ciento fallas en el servicio nutricional.

Las afirmaciones del presidente Nicolás Maduro —quien el pasado 31 de octubre, en un acto por los 20 años del Convenio de Cooperación Cuba-Venezuela, dijo que a lo largo de Barrio Adentro se habían realizado 872 millones de consultas y más de 50 millones de asistencias en centros de alta tecnología liderados por médicos cubanos— también contrastan con los testimonios de profesionales de la isla recogidos para esta investigación de Diario de Cuba y CONNECTAS:

O“Cada consultorio tenía una cierta cantidad de medicamentos que se le regalaban al paciente, teniendo en cuenta el diagnóstico de su enfermedad crónica. Pero en las áreas donde trabajábamos a las que no asistía esa cantidad de pacientes (…), teníamos que inventar para arribar a esa cifra diaria que nos pedían. Entonces, sucedía que el medicamento que debía consumir ese supuesto paciente (…) teníamos que desecharlo, porque recibíamos constantemente inspecciones de los jefes para ver si estábamos haciendo bien el trabajo. Bien el trabajo quería decir la orientación que teníamos de desechar esos medicamentos. Cuando digo desechar quiero decir quemar, enterrar, triturar y botar incluso por el inodoro”, dijo la doctora Margarita Rivero Sarabia, destinada durante tres años en Venezuela.

Tras la desaparición de la URSS, el oxígeno provisto tanto por Hugo Chávez como por Nicolás Maduro resultó vital para la supervivencia del régimen cubano. También, para consolidar un nuevo escenario en el cual la insostenible estructura de atención médica dentro de la isla y la tropa de profesionales formados para que ella se transformara en insumos del negocio que hoy conocemos. La estrategia a partir de ese momento implicó que las universidades de la isla continuaran graduando médicos al por mayor, a la vez que cada vez menos de estos médicos se mantenían en el país, atendiendo a los cubanos.

Brigadas Henry Reeve en la lucha contra el covid-19

A febrero de 2021

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Cubazuela, Venecuba

A raíz del VI Congreso del Partido Comunista (abril de 2011), y ante la extinción de sus aliados en el Este de Europa, el gobierno cubano comenzó la ejecución de lo que denominó “Actualización del Modelo Económico”, un plan de supervivencia dirigido a hacer encajar la estatizada y centralizada economía nacional en el libre mercado. De esa forma, nuevas entidades comerciales, bajo la figura de opacas sociedades anónimas, ajenas al control del Estado y blindadas a la información pública, desplazaron a los ministerios y se apropiaron de las actividades económicas más lucrativas.

Versionando el modelo ruso de privatizaciones, la compañía ETECSA, por ejemplo, pasó a administrar las telecomunicaciones en detrimento del Ministerio de Comunicaciones. La compañía AZCUBA se hizo cargo de la producción y exportación de azúcar. Y el gigante militar GAESA —el holding más importante del país, una especie de Estado paralelo en manos de la élite militar— avanzó hasta apoderarse de gran parte del turismo, la importación y la exportación, la venta minorista en dólares y las remesas, entre otros rubros. En esa línea, una Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos (SMC), y no el Ministerio de Salud Pública, asumió el negocio de exportación de personal de la salud.

En el orden estratégico, Venezuela facilitó la transformación del voluntarista y subvencionado sistema de salud cubano en un rubro exportable. También permitió llevar a un nivel masivo algo que hasta entonces se había realizado a una escala “artesanal”: la exportación de mano de obra especializada cubana, y la retención de, al menos, el 75 por ciento del salario que cada trabajador percibía en los países de destino.

Venezuela abrió además una vía para consumar un sueño albergado por Fidel Castro desde que promoviera decenas de guerrillas en África y América Latina: exportar la revolución, subvertir el orden político en terceros países y llevar su influencia al tablero mundial. Así, además de moneda económica, las misiones médicas se convirtieron también en moneda diplomática, de influencia.

La exportación masiva del personal de salud resolvió, paralelamente, un problema: la imposibilidad de emplear en Cuba a un número tan desmesurado de médicos, sin un orden económico adecuado. Como en la antigua Roma, donde las legiones debían mantenerse fuera de la capital del imperio, la supervivencia de las brigadas médicas cubanas pasaba por la conquista de nuevos territorios.

"Cada consultorio tenía una cierta cantidad de medicamentos que se le regalaban al paciente, teniendo en cuenta el diagnóstico de su enfermedad crónica. Pero en las áreas donde trabajábamos a las que no asistía esa cantidad de pacientes (…), teníamos que inventar para arribar a esa cifra diaria que nos pedían".

Doctora Margarita Rivero Sarabia, destinada durante tres años en Venezuela.

La Venezuela de Hugo Chávez se convirtió entonces en el laboratorio donde La Habana ensayó lo que más tarde implementaría en otros países de América Latina y el resto del mundo: la exportación masiva de personal de la salud a través de empresas como la Comercializadora de Servicios Médicos Cubanos (SMC), en condiciones de trabajo que más tarde serían calificadas por diferentes oenegés de forzosas y violatorias de los derechos humanos.

“Desde que llegas a Caracas estás recibiendo maltrato”, declaró a Diario de Cuba la doctora Elisandra del Prado Torres, especialista en Medicina General Integral, enviada a Venezuela en enero de 2020 y madre de un niño de cuatro años. “Yo soy cristiana y ellos (los funcionarios cubanos que vigilan a los profesionales) te prohíben reunirte, ir a las iglesias. Si vas a una iglesia, puede constituir una indisciplina (…) Enfatizan mucho en que no puedes relacionarte con ellos (los venezolanos), no puedes darles confianza, no puedes hablar de política, porque no quieren que se conozca la verdad de Cuba”.

Del Prado Torres tuvo problemas por iniciar una relación sentimental con un venezolano. “Eso es lo que ellos (los funcionarios cubanos) más persiguen. Lo que me dijo la del Partido (Comunista de Cuba) fue que, para poder tener una relación con un nacional, había que informarlo antes, para que ellos investigaran, y si ellos estaban de acuerdo, entonces podía llevar a cabo esa relación”.

Esta doctora decidió finalmente escapar de la misión. Ahora, como a todos los que dan ese paso, las autoridades le impiden regresar a la isla durante ocho años: “Tenía la esperanza de ir a Cuba (...); tenía muchas ganas de ver a mi hijo, a mi madre (…). Lo otro que me ha afectado es la parte económica, el dinero que tengo allá en Cuba, ahorrado en el banco, (las autoridades cubanas) no me lo van a dar, ni siquiera se lo van a dar a mi familia. Además, no puedo volver a Cuba en ocho años, algo que considero totalmente injusto, inhumano, algo que no va con los principios de la tal Revolución. El que inventó eso es un degenerado", dijo Del Prado Torres.

Otro doctor, Yaroldis Castaño, trabajó como intensivista en Venezuela entre 2016 y 2017: "Si a las 6:00 de la tarde no estabas en la vivienda (donde residían los colaboradores) te reportaban como desertor, ni siquiera (pensaban) 'se perdió o le pasó algo'. Siempre buscaban la forma de culparte de lo que pasara".

Castaño dijo a Diario de Cuba que recibía un "estipendio en bolívares" que, debido a la devaluación de la moneda venezolana, llegó a representar menos de un dólar. La situación lo obligó a pedir dinero a su familia en la isla. "El Gobierno de Cuba se limpiaba las manos: ‘resuelvan como puedan’".

Según Castaño, en Cuba las autoridades le depositaban mensualmente 450 CUC (pesos convertibles sin valor fuera del país) en una tarjeta de la cual podía sacar 250 CUC al mes, solo cuando iba de vacaciones a la isla. Pero "hubo compañeros míos que llegaron de vacaciones y nunca les dieron la tarjeta, se la dieron a los dos años. Tenías acceso al dinero cuando ibas de vacaciones si tu tarjeta ya estaba".

Los otros 200 CUC quedaban congelados en Cuba. Esa parte del dinero "la ves si terminas la misión. A los dos o tres meses de estar reincorporado al trabajo —tienes que estar trabajando, no puedes llegar y decir 'renuncié'— es que ellos (los funcionarios cubanos) te descongelan ese dinero y puedes usarlo. En el caso mío (…) me lo quitaron", aseguró.

"Injusticias vi muchas", afirmó Castaño. "Una amiga odontóloga que era soltera en Cuba se hizo novia de un venezolano. Ellos (los responsables de misión) la castigaron: la sancionaron, la cambiaron de municipio para que no viera más al hombre y le quitaron un porciento de su salario por tres meses. Ellos siempre buscan la manera de sancionarte, y la mejor es quitándote dinero".

Además de sufrir violaciones a sus libertades y derechos fundamentales, los profesionales cubanos de la salud son obligados a hacer proselitismo político. Con la complicidad de Caracas se sofisticó un método que posteriormente se adaptaría en la medida de lo posible a la realidad de otros países, y a través del cual las brigadas médicas cubanas mutaron en actores políticos de promoción y defensa de los intereses geoestratégicos de La Habana.

Un médico que en 2004 fue jefe de un Área de Salud Integral Comunitaria (Asic) en Venezuela, relató cómo los colaboradores cubanos fueron obligados a inmiscuirse en la política local. “Yo estaba a cargo del Río Asic Caribe, Municipio Arismendi, Estado Sucre. Allí me vi obligado a apoyar al alcalde en la campaña por la reelección. Todos los días participé en reuniones para trazar las estrategias. Todo esto con un asesor de seguridad cubano llamado Miruslava. Prácticamente tuvimos que decirle al alcalde cómo actuar…”.

El suyo no fue un caso aislado. Buena parte de los testimonios recogidos en esta investigación hablan de la imposición de una agenda pública. Los profesionales tenían que realizar actividades de naturaleza política entre la población local, para favorecer a sectores afines al gobierno cubano.

Homenaje a las enfermeras en Cuba, mayo de 2021. Crédito: Asamblea Nacional de Cuba.

La doctora Russela Rivero contó a Diario de Cuba: “Cuando comenzó la campaña electoral para reelegir a Hugo Chávez, nos indicaron (…) convencer a toda aquella población de que serían atendidos y recibirían sus medicamentos gratis siempre y cuando apoyaran al Gobierno y votaran por Chávez. Teníamos que ir de casa en casa y sacar a las personas para llevarlas a los colegios electorales. A mí me tocó ir a esos colegios para saber cuántos y quiénes habían votado. Yo tenía que presentar un informe sobre eso y, si no lo hacía, me cuestionaban”.

Varios médicos que abandonaron misiones en ese mismo país relataron al periódico The New York Times cómo el gobierno de Maduro utilizó la asistencia que ellos brindaban como medio de coerción política para garantizar los votos de la población en las elecciones.

Uno de los médicos citados por el New York Times, Yasnier Arias, contó que cuando Maduro buscó la reelección, no todos los pacientes podían acceder a tratamiento. Por ejemplo, un hombre de 65 años con insuficiencia cardiaca llegó a la clínica con necesidad urgente de oxígeno. Los tanques estaban listos en otra habitación, pero sus superiores cubanos y venezolanos le dijeron que el oxígeno iba a usarse solo cuando la elección estuviera más cerca, para chantajear a los pacientes.

El uso de los médicos para ejercer presión sobre los votantes iba desde simples recordatorios para votar por el candidato que más convenía a las autoridades cubanas, hasta negar tratamiento a los simpatizantes de la oposición con enfermedades mortales, asegura el diario estadounidense basándose en las declaraciones recogidas entre los profesionales cubanos.

“Todos los viernes teníamos actos políticos”, contó para el presente reportaje un joven internista que estuvo en Venezuela y que prefirió mantener su nombre en anonimato. “Eran reuniones que hacía cada área del hospital y en la que hacían debates políticos. Eso significaba hablar de una fecha histórica de Cuba, de noticias que habían pasado en Venezuela o en Cuba”. Eso sí, solo las cosas buenas. Los hechos negativos de actualidad estaban restringidos a los que sucedían en otros países, como Colombia”, afirmó.

Según explicó, las actividades políticas de los viernes podían ser de diverso tipo. Algunas semanas solo colgaban retratos de Fidel Castro, Raúl Castro y José Martí en una pared y toda la misión se tomaba una foto, sonriente, para mandar a La Habana. Otras veces debían limpiar el Centro de Diagnóstico Integral (CDI), podar el pasto o tomarse unas fotos simulando que barrían el hospital para que los jefes de la misión en Caracas y en Cuba estuvieran contentos.

Además, el internista relató que les exigían hablar bien de Maduro y decir a sus pacientes constantemente que, gracias a él, tenían salud gratis.

Un colega suyo que estuvo en la misión durante el aumento de tensiones entre Colombia y Venezuela, en 2019, asegura que les hicieron firmar un papel a todos los médicos ofreciéndose como “voluntarios” para defender la frontera venezolana en caso de guerra.

“Nos dieron un papel en blanco y nos dijeron ‘toma, firma acá’. Yo, en el fondo, decía: ‘firmo, pero deja que me digan que tengo que coger un arma e irme para la frontera para decirles que el arma la cojan ellos e irme con mi familia’. ¿A mí por qué me iba a importar defender a Venezuela?”, dijo.

Solo hay algo peor que ir a una misión: negarse a ir

Según las autoridades cubanas, los profesionales de la salud van a las misiones de forma voluntaria y aceptando las condiciones establecidas por el Gobierno. Sin embargo, no todo es como lo pintan.

La vulneración de los derechos de los profesionales de la salud cubanos comienza en el momento en que se gradúan de las facultades de Medicina. Al recibir el diploma, ingresan en la categoría de ciudadanos con restricciones para salir del país por interés del Gobierno. Así, el título que les ha costado tantas horas de estudio se convierte en un grillete.

El Artículo 23 del Decreto-Ley 302, que en 2012 modificó la Ley de Migración cubana, establece que los nacionales residentes en la isla no pueden obtener pasaporte corriente si carecen "de la autorización establecida en virtud de las normas dirigidas a preservar la fuerza de trabajo calificada para el desarrollo económico, social y científico-técnico del país, así como para la seguridad y protección de la información oficial".

El Artículo 25 del mismo Decreto-Ley añade que esos cubanos no pueden salir del territorio nacional. Es decir, a esos profesionales, entre los que se encuentran los médicos, el Gobierno les puede negar la posibilidad de viajar por motivos personales.

Un instrumentador quirúrgico que estuvo de misión en Venezuela y actualmente se encuentra en un país vecino lo contó así para este reportaje: "Los médicos en Cuba tienen prohibido salir del país. (Ir a una misión) es la única manera de salir de la Isla. Hay muchos que van así (por esa razón), pero otros van obligados. Si eres de la Juventud (Unión de Jóvenes Comunistas) o del Partido Comunista tienes que ir y, si te niegas, te fastidiaste, te mandan a un consultorio alejado (de tu lugar de residencia) como represalia".

Sin descartar el interés genuino y altruista de ayudar al prójimo, principalmente en regiones retiradas o abandonadas por los gobiernos de los países receptores, otra de las razones para que los médicos se alisten en misiones que los someterán a una dura presión es que no hacerlo es una opción aún peor.

“Yo soy cristiana y ellos (los funcionarios cubanos que vigilan a los profesionales) te prohíben reunirte, ir a las iglesias. Enfatizan mucho en que no puedes relacionarte con ellos (los venezolanos), no puedes darles confianza, no puedes hablar de política, porque no quieren que se conozca la verdad de Cuba”.

Doctora Elisandra del Prado Torres, especialista en Medicina General Integral

Negarse a cumplir "una tarea heroica de la Revolución" puede dejarles una marca de por vida en su expediente laboral. La mayoría de los participantes en las misiones no se presentan voluntariamente, aunque enrolarse sea casi la única vía para salir del país.

"Si no vas a una misión, no te dejarán ir a otro lado"; "si la rechazas, siempre te marcará negativamente en el trabajo", son algunos de los argumentos dados por los profesionales que afirmaron sentirse coaccionados para integrar brigadas médicas.

Otra razón de peso que lleva a los médicos a enrolarse en las misiones son los bajos salarios que perciben en Cuba. Para la mayoría, esos años en otro país son la única posibilidad de mejoría económica para ellos y sus familias.

La diferencia salarial entre permanecer en Cuba o integrar una misión es tan marcada, que incluso teniendo que entregar más del 75 por ciento del salario a las autoridades cuando se opta por trabajar fuera de la isla, sigue resultando una oportunidad de prosperar.

Pese a que en 2014 hubo un aumento salarial para el sector de la salud, los salarios solo alcanzaron unos 1.600 pesos cubanos, el equivalente a alrededor de 67 dólares (1 dólar = 24 pesos, según el cambio oficial). Antes de que la pandemia de coronavirus paralizara el turismo a Cuba, un guía o un camarero de hotel ganaban más que un médico, al estar en contacto directo con clientes extranjeros que dejan propinas en divisas.

Posteriormente, con la llamada “Tarea Ordenamiento” de las finanzas en el país, el salario de los médicos se multiplicó por 3,6. En la actualidad, la retribución más alta, correspondiente a los médicos especialistas de segundo grado, es de 5.810 pesos, el equivalente a unos 242 dólares; mientras que la de los médicos especialistas en Medicina General Integral (que son mayoría en las misiones) subió a 5.560 pesos (unos 232 dólares).

El aumento mantiene los salarios de los médicos cubanos muy por debajo de los de la mayoría de los países del mundo. Al mismo tiempo, los precios de los alimentos, productos de primera necesidad y servicios como la electricidad y el gas, se han multiplicado en Cuba hasta más de cinco veces, y el grave desabastecimiento en el país hace que los precios suban en el mercado informal y los salarios pierdan aún más valor.

Por otra parte, uno de los problemas que más afectan a la sociedad cubana es el de la vivienda, y los profesionales de la salud no escapan a ello. Varias generaciones de una misma familia se ven obligadas a convivir juntas, con frecuencia en viviendas en mal estado. El dinero que se obtiene en una misión en el exterior no alcanza para comprar una casa, pero puede alcanzar para una reparación.

Las autoridades, responsables de los salarios miserables, son conscientes de que las misiones representan para los médicos una oportunidad de mejorar la economía familiar, pero también saben que las restricciones a las libertades y derechos, y las duras condiciones de trabajo y de vida, los pueden empujar a huir hacia otros países. Por eso imponen a quienes escapan castigos como la prohibición de volver a entrar a Cuba en ocho años, e intentan asegurarse de enviar a las misiones a personas "confiables".

Para ser elegidos para una misión, los aspirantes deben cumplir requisitos como el de estar afiliados al único sindicato legal en la isla, la Central de Trabajadores de Cuba (CTC), subordinado al Gobierno y al Partido Comunista. El trabajador que no se afilia es señalado por las autoridades como contrarrevolucionario. Así lo explicó el doctor Alex Pardo: "Tienes que pagar a la CTC. Se supone que esa es tu responsabilidad con el sindicato y que el sindicato debe representar al trabajador. Pero yo conozco a muchos trabajadores que han tenido problemas y el sindicato nunca ha apoyado a nadie".

"El primer requisito es que cumplas con tu cuota sindical, que cumplas con las Milicias de Tropas Territoriales, y tienes que cumplir con el pago del Día de Haber (la cesión de un día de salario)”, agregó Pardo.

También “tienes que llevar una carta (que diga) que participas en todas las actividades del Comité de Defensa de la Revolución. Además, ellos van y te investigan en el barrio, a ver si tú cumples con el Comité, si participas en todas las actividades. Sobre todo, tú no puedes tener ningún pensamiento ideológico que sea diferente al de la Revolución cubana. Si no cumples esos requisitos, automáticamente no vas de misión".

Un Nobel de la Paz y 6.400 millones de dólares

En noviembre de 2018, Diario de Cuba reveló a través de una investigación los abusos de La Habana contra los cerca de 20.000 profesionales de la salud que durante cinco años participaron en misiones médicas en Brasil.

Asimismo, expuso el deterioro del sistema de salud pública de la isla que contradice el discurso oficial, según el cual los ingresos de las misiones se destinan principalmente a los hospitales del país. Desde entonces se ha vuelto cada vez más difícil para el Gobierno cubano defender su negocio de exportación de servicios médicos ante la comunidad internacional.

Para intentar contrarrestar ese escenario adverso, las autoridades cubanas intensifican su propaganda. A fin de cuentas, la venta de servicios profesionales se ha convertido en su principal fuente de recursos. En 2018, único año sobre el cual la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI) publicó cifras desglosadas, La Habana admitió ingresos de más de 6.400 millones de dólares por ese concepto.

Entre las estrategias de propaganda a las misiones hizo mucho ruido la campaña por el Nobel de la Paz para el contingente de médicos cubanos Henry Reeve, que trabaja en la contención del covid-19 en diversos países del mundo. Según la prensa oficial cubana, la campaña fue lanzada por las asociaciones Cuba Linda y France-Cuba y respaldada por otras organizaciones europeas, afines a la ideología del régimen cubano.


France-Cuba fue creada en junio de 1960, poco después de la llegada al poder de Fidel Castro. Fundadores y veteranos de la asociación dijeron en una carta enviada al estatal Instituto Cubano de Amistad con los Pueblos (ICAP) en marzo de 2020 que mantienen la misión de "expresar la simpatía y la solidaridad activa del pueblo francés para con la Revolución Cubana".

Por su parte, Cuba Linda es descrita por el ICAP como una "organización solidaria". Entre 1998 y 2018 coordinó viajes a la Isla de unos 1.500 franceses para participar en recorridos denominados "Tras las huellas de la Revolución" y "Libre descubrimiento".

Los viajeros que participan en esos programas regresan a Francia "armados de lo que pudieron descubrir sobre la verdad de Cuba para responder a las mentiras y las provocaciones de los grandes medios de comunicación imperiales", dijo en ocasión de celebrar dos décadas de relaciones con el grupo francés el exespía cubano Fernando González Llort, presidente del ICAP.

Los perfiles de Cuba Linda y France-Cuba son similares a los de otras asociaciones que el gobierno cubano utiliza —y cuya creación fomenta a través de sus embajadas y del ICAP— para canalizar propaganda a su favor en países democráticos.

En respuesta, en agosto de este año, varias agrupaciones de la sociedad civil cubana que cuentan entre sus integrantes con médicos que participaron en las llamadas "misiones internacionalistas" enviaron una carta al Comité del Nobel de la Paz denunciando las violaciones a los derechos laborales que comete el régimen con dichas "brigadas".

"El Estado cubano nos presiona a firmar un contrato de trabajo con el Ministerio de Salud de Cuba o empresas del Estado que no precisa adecuadamente las condiciones y el lugar de trabajo, nuestra compensación y muchos otros aspectos que nos competen”, se lee en la carta.

Durante "el servicio en el extranjero (el Gobierno) nos obliga a separarnos de nuestras familias en Cuba por muy largos períodos y no se nos permite viajar a Cuba incluso en casos de enfermedad grave o muerte de hijos, cónyuges y padres", agregaron los médicos.

El texto dirigido al comité noruego hizo énfasis en la vigilancia a la que son sometidos los médicos cubanos que laboran en el extranjero, así como en las presiones que sufren para que delaten a compañeros que incumplan las reglas.

Pese a todos los esfuerzos del oficialismo cubano, las denuncias sobre violaciones de derechos humanos, laborales y de libertades fundamentales hechas públicas por centenares de profesionales de la salud fugados de las misiones continúan trascendiendo.

En cuanto al premio Nobel de Paz, el comité noruego decidió otorgarlo a los periodistas María Ressa, de Filipinas y Dimitri Muratov, de Rusia, por sus “esfuerzos para salvaguardar la libertad de expresión que es una precondición para la democracia y la paz duradera”.

La diplomacia de las batas blancas
A costa de los derechos humanos y laborales de miles de médicos cubanos, el gobierno de Cuba ha perfeccionado una maquinaria diplomática para la exportación de profesionales de la salud que le ha permitido no solo venderse como un país solidario, sino obtener beneficios millonarios.