Un derecho que no suena

En la Ciudad de México hay 45 mil personas sordas; la mayoría no tiene garantizado su derecho a la educación. Su principal herramienta para aprender, la Lengua de Señas Mexicana, es ignorada en el sistema educativo.

En la Ciudad de México hay 45 mil personas sordas; la mayoría no tiene garantizado su derecho a la educación. Su principal herramienta para aprender, la Lengua de Señas Mexicana, es ignorada en el sistema educativo.

Más de 45 mil personas en el DF son sordas y tienen pocas oportunidades de educación. Foto: Mariana Nolasco.

Erik Arellano pasó la mitad de su vida sin saber que su lengua materna no es el español. Tiene 29 años y es sordo. Su guía en el silencio fue la boca de su madre. De pequeño pasaba horas frente a ella repitiendo sus gestos y señalando objetos. Aprendió a leer sus labios, habilidad que de poco le serviría después para estudiar o conseguir un empleo.

Erik es uno de los 45 mil 429 sordos que viven en el Distrito Federal. Sus ojos son el medio para percibir lo que pasa a su alrededor y con sus manos se comunica: se expresa con la Lengua de Señas Mexicana (LSM), reconocida oficialmente como lengua nacional en 2005.

“No es español, es completamente diferente. —explica Mateo Mendoza, maestro de educación especial con énfasis en discapacidad auditiva— La Lengua de Señas Mexicana tiene una estructura lingüística e identidad propia… Para un sordo, la vista y las manos son lo fundamental”.

Tener un lenguaje propio no le garantiza a Erik, ni a ninguna persona sorda en México, el acceso a la educación.

Su derecho a la educación no sólo está consignado en la Constitución, es una de las líneas de acción del Plan Nacional para el Desarrollo y la Inclusión de las Personas con Discapacidad 2014-2018, que se compromete a “promover en la educación básica la enseñanza de la LSM como primera lengua a los niños sordos”. Eso sólo está en el papel, porque en la realidad no existen escuelas públicas dedicadas sólo a la atención de este sector.

“Al no estar expuestos desde pequeños a la Lengua de Señas Mexicana, no desarrollan un lenguaje ni herramientas para comunicarse. Aprender a leer y escribir con fluidez es difícil para cualquiera si lo hace en otro idioma, así lo es para los sordos”, comenta el maestro Mendoza.

Esto explica, en gran parte, por qué sólo 21 de cada 100 sordos en el país, de tres a 29 años, asisten a la escuela, según el Censo de Población y Vivienda de 2010. A nivel nacional, 30% no sabe leer ni escribir.

Cada vez menos recursos

La primera experiencia escolar de Erik fue a los cuatro años, en un Centro de Atención Múltiple (CAM), servicio de la Secretaría de Educación Pública (SEP), donde brindan educación básica a niños y jóvenes con cualquier tipo de discapacidad. En el Distrito Federal funcionan 77 centros de este tipo, de acuerdo con la página de internet del Centro Digital de Recursos de Educación Especial de la SEP.

La mamá de Erik pronto se dio cuenta de que las necesidades de su hijo no eran las mismas que las de sus compañeros y lo inscribió a una escuela privada. Un privilegio que lo ayudaría a llegar a la universidad.

En los CAMS la atención no siempre es la mejor: “Las maestras pueden estar atendiendo al mismo tiempo a dos sordos, tres autistas, cuatro ciegos, y todos con exigencias diferentes. No es culpa de los maestros, es que no hay recursos”, asegura Araceli Estrada, trabajadora social del Instituto Pedagógico Para Problemas De Lenguaje (Ippliap), única escuela con preescolar, primaria y secundaria bilingüe para sordos en México. Una Institución de Asistencia Privada que funciona en el DF.

Los programas educativos que garanticen la educación elemental de las personas sordas no son una prioridad. Hasta 2013, la SEP asignaba recursos al “Programa de Fortalecimiento de la Educación Especial” y al “Programa de Educación para Personas con Discapacidad”, planes que los beneficiaban directamente.

Desde 2014, ambos programas se fusionaron con otros cinco que brindan atención educativa a indígenas y migrantes. Así se creó el “Programa para la Inclusión y la Equidad Educativa”, al que este 2015 se le asignaron 572 millones 376 mil 621 pesos, es decir, 60% menos de lo que recibieron los siete programas en conjunto en 2010.

No es que no puedan, no los dejan

Los esfuerzos de Erik y su familia rindieron frutos. Al estudiar en escuelas privadas con atención especializada, Erik obtuvo herramientas para aplicar a la carrera de comunicación en la Universidad Autónoma de la Ciudad de México (UACM). Fue seleccionado. Para poder entender a sus maestros, solicitó un intérprete de LSM, al que tiene derecho, para que le ayudara en clase. En 2010 envió su solicitud al rector Manuel Pérez Rocha:

“Para mí, una universidad demócrata es aquella en la que todos los que formamos parte de ella podemos participar por igual y se nos tome en cuenta de la misma forma… Le expreso la necesidad de que me tomen en cuenta como ciudadano mexicano con discapacidad”.

La UACM le negó al intérprete. Erik no se rindió y presentó una queja ante la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal (CNDHDF), donde le respondieron que “no hay programas de políticas públicas en educación para personas sordas”. Así que, por segunda ocasión, renunció a la educación pública.

A nivel nacional, sólo cinco de cada 100 personas con discapacidad cursan, al menos, un año de educación superior.

Ante las insuficientes iniciativas por parte del Estado, los sordos se han organizado y han logrado algunos avances. Por ejemplo, la Universidad Tecnológica de Santa Catarina, en Nuevo León, y la Universidad de Santa Rosa de Jáuregui, en Querétaro, son instituciones con programas de educación incluyente.

Además, la Asociación Civil Difusión, Inclusión y Educación del Sordo (DIES A.C), en Veracruz, logró que la Lengua de Señas Mexicana se imparta como una materia en la Facultad de Idiomas de la Universidad Veracruzana.

Erik está a la mitad de la carrera en comunicación en la Universidad del Valle de México, donde tampoco le proporcionaron un intérprete. También es presidente de la Coalición de Personas Sordas, A.C. (COPESOR), organización que trabaja para promover los derechos de las personas con discapacidad. Y, sobre todo, es uno de los impulsores del uso y la enseñanza de la Lengua de Señas Mexicana, la mejor herramienta que tienen los sordos para aprender y hacer valer sus derechos.

¿Dónde aprender lengua de señas mexicana?

En la Ciudad de México existen algunas asociaciones civiles donde es posible aprender la Lengua de Señas Mexicana. El Centro para la inclusión social del Sordo (IncluSor) o Compartiendo Saberes y Transformando Realidades (CSTAC) son dos organizaciones que cuentan con intérpretes en LSM, que imparten cursos a los que pueden asistir personas oyentes y sordas.

    • Para leer esta nota publicada en Máspormás, dar click aquí.
    • Para leer la versión en PDF del artículo “Trabajo para sordos, un derecho silenciado”, dar click aquí.
*Primera de dos partes: Este reportaje fue realizado en el marco de la Iniciativa para el Periodismo de Investigación en las Américas, proyecto impulsado por el International Center for Journalists (ICFJ), en alianza con Connectas.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí